| Capítulo 4 |

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Alessandra

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Alessandra

Estaba atónita, con el corazón aún palpitando en mi pecho, como un tambor ensordecedor. Mis manos se aferraban al volante con fuerza, como si eso pudiera detener el temblor que recorría mi cuerpo. El sonido de los disparos resonaba en mi cabeza, como un eco persistente que se negaba a desvanecerse.

—¿Estás bien? —pregunté, aunque sabía la respuesta. Giselle sollozaba a mi lado, sus lágrimas dejando rastros oscuros en sus mejillas. Me sentí impotente, incapaz de ofrecer consuelo en medio de la tragedia.

La adrenalina aún corría por mis venas, mezclada con el miedo y la incredulidad de lo que acababa de suceder. Por un instante, me permití sentir el peso abrumador de la situación, antes de recordarme a mí misma que debía mantener la compostura.

Mientras conducía hacia mi departamento, el silencio era abrumador, solo interrumpido por el suave sollozo de Gigi, que finalmente cayó en un profundo sueño entre lágrimas. Las calles nocturnas estaban relativamente tranquilas, salpicadas por las luces intermitentes de los edificios que se alzaban majestuosos a nuestro alrededor.
El ambiente estaba cargado de tensión y pesadez, como si el aire mismo estuviera impregnado con el peso de lo que acabábamos de presenciar. Mi mente era un torbellino de emociones encontradas, pero principalmente estaba abrumada por el agotamiento mental. No podía permitirme procesar lo sucedido, no aún.

Abrí la ventana del auto en un intento de dejar entrar un poco de aire fresco, pero en lugar de alivio, lo que encontré fue un repentino recuerdo. Una moto que pasaba velozmente me hizo recordar a Massimo. Por un instante, había logrado apartarlo de mis pensamientos, pero ahora estaba de vuelta, como una sombra acechando en mi mente.
¿Qué hacía él allí? ¿Por qué decidió intervenir y arriesgarse? Podría haber optado por no hacer nada y dejarme a merced de la situación.

Decidí posponer estas reflexiones para otra ocasión. Mi mente necesitaba descanso, y esperaba que con el reposo llegaran las respuestas. Por ahora, solo quería llegar a casa y sumergirme en un reparador sueño que me ayudara a encontrar claridad.

Al llegar al estacionamiento de mi edificio, el silencio envolvía el ambiente, solo roto por el leve susurro del viento y el suave murmullo de la ciudad en la distancia. Desperté a Giselle, quien parecía sumida en un estado de letargo emocional. Sus ojos estaban enrojecidos y hinchados por las lágrimas derramadas durante el viaje, pero se levantó y salió del auto con paso firme, encaminándose hacia el elevador.
La seguí en silencio, sintiendo el peso del cansancio y la tensión acumulada en mis hombros. Juntas ingresamos al ascensor, y Giselle presionó el botón correspondiente a nuestro piso. Las pesadas puertas se cerraron ante nosotros, envolviéndonos en un breve momento de intimidad compartida. No hacía falta hablar; ambas entendíamos la situación y estábamos acostumbradas a lidiar con este tipo de circunstancias juntas.

—Le pediré a William que le mande algo al señor Caruso. Como agradecimiento por lo de esta noche —susurró, su voz apenas un murmullo quebrado por la tensión y el llanto.

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⏰ Última actualización: Sep 09 ⏰

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