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Creo que mi almohada se merece que le escriba algo.
Ella es suave.
Blandita.
No más grande que yo,
que ya es difícil eso debido a mi corta estatura.
Y es perfecta para abrazar cada noche antes de irme a dormir.
Abrazar su cintura y recostar la cabeza en su pecho.
Besarla y llamarle por nombres y motes cariñosos.
Cada día uno distinto.
También se deja poseer y amar por mí sin preguntarle primero si le apetece.
Sin descanso.
A veces sin mucha delicadeza.
Para luego convertirla en objeto y usarlo para dormir.
No se merece ese trato por mi parte,
por lo que aprovecho estas líneas para pedirle perdón,
pero no para prometerle cambiar.
Al fin y al cabo, ella no deja de ser una almohada,
y tampoco va a cambiar. 

Quejío (Poemario)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora