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Deseo navegar por los cuatro puntos cardinales de tus jechuras.
Que el timón sean mis ganas y el barco las huellas de mis yemas.
Navegarte y conquistarte con los pellejitos de mis labios partidos.
Rozar las velas de tu piel con las pestañas, suaves, al abrir y cerrarse.
Quiero cegar mis ojos con tu deslumbrante belleza.
Quiero que me ronees, mujer, y que me pongas la vida patas arriba.
Porque te idolatro más que a una imagen religiosa.
Te venero como un cura a su Dios.
Te rezo cada noche entre gemidos.
Me convierto en mártir y muero por ti.
Y si resucitara en un tercer orgasmo,
volvería a clavarme yo mismo en la cruz para repetir el proceso.
Me sacrifico como si fuéramos un amor tóxico,
quitándome mis propios colores para regalártelos.
Arrancándome las alas para no poder escaparme de ti.
No me permitas volar.
Átame en corto.
Retenme con tus brazos y piernas.
Asfíxiame con tu pasión desmesurada.
Porque yo solo soy un pobre poeta desconocido y desesperado.
Sobre todo desconocido.
Y muy desesperado.
Mucho.
Tanto que este poema es un sinsentido.
Tanto que tú ni siquiera existes.
Tanto que me estoy durmiendo mientras te escribo.

Quejío (Poemario)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora