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Habían pasado dos semanas desde que Jimin se había mudado con Jungkook y, sinceramente, el Alfa ya no podía imaginarse su vida sin el Omega. La mayoría de las noches llegaba a casa y encontraba a Jimin anidando en algún lugar del apartamento, normalmente envuelto en una o más de sus peludas mantas eléctricas, durmiendo la siesta y ronroneando con sus adorables calcetines y una de sus propias sudaderas. Aunque, de vez en cuando, llegaba a casa y lo encontraba vestido con algo un poco más escandaloso, de la colección de cosas sedosas y de encaje que le había comprado. Ésas eran algunas de sus noches favoritas, cuando llegaba a casa y se encontraba con un Omega flexible y necesitado. Cada día llegaba a casa puntualmente, deseando llegar para ver a su chico bonito, ya fuera que lo encontrara acurrucado en un montoncito de almohadas y mantas en algún rincón del apartamento durmiendo la siesta o preparando algo en la cocina, o tumbado en la cama en bragas y con un collar, esperando a que lo follaran. Fuera lo que fuera siempre estaba contento con lo que encontraba.

Tanto si le arrastraban a un suave y cálido montón de mantas y le desnudaban y perfumaban con un Jimin somnoliento y ronroneante, como si le sentaban en un taburete de bar y le daban pequeños bocados de varios platos para conocer su opinión, o le arrastraban a la cama unas manos desesperadas y convocantes y unas súplicas gimoteantes, nunca le decepcionaba lo que encontraba en casa. Todo se había vuelto increíblemente doméstico. El alfa se había acostumbrado a la rutina y a la sorpresa diaria de lo que encontraba al otro lado de la puerta cuando llegaba a casa. Cuando decidió tener un sugar baby, esperaba tal vez aliviar la constante excitación que le picaba bajo la piel a cada momento de cada día, y dormir bien por una vez. Pero acabó teniendo un compañero de piso, un cocinero personal, un perfecto gatito sexual, una adorable maquinita de mimos con aroma a vainilla... tantas cosas.

Jimin había satisfecho tantas necesidades que ni siquiera se había dado cuenta que tenía. El Omega hizo cosas que ningún otro amante había hecho por él, no sólo sexualmente tampoco. Jimin frecuentemente le daba su propio tipo de cuidado posterior cuando terminaban el sexo, especialmente si podía notar que estaba estresado. Lo lavaba en la ducha y después en la cama, lo perfumaba y tarareaba suavemente mientras pasaba sus suaves dedos por su pelo, y dejaba que Jungkook le dijera lo que le molestaba, o no, lo que el Alfa considerara oportuno. Nunca exigía más de lo que Jungkook estaba dispuesto a ofrecer, y siempre estaba satisfecho y feliz con la atención y el afecto que recibía.

Fue durante este período de absoluta felicidad doméstica que se vio interrumpido por una serie de acontecimientos muy poco gratos.

Jungkook había estado trabajando con Namjoon durante las últimas semanas, preparándolo para que se hiciera cargo de su puesto y pudiera trasladarse él mismo a I+D. Había estado preparando una nueva oficina allí, y todos sus viejos amigos estaban extasiados por su inminente llegada. Cada día cedía más y más el control a Namjoon y cada día el otro alfa demostraba estar a la altura de la tarea. Jungkook seguía dedicando gran parte del día a las llamadas telefónicas y las videoconferencias con varios contratistas y talleres mecánicos, así como con el personal de las instalaciones de Busan. Todo seguía en marcha para estar listo en el plazo previsto y funcionando como debía. Namjoon ya había intervenido en la sustitución del contable que había sido detenido y había estado trabajando estrechamente con los jefes de los departamentos para aplicar los cambios y conseguir que las cosas funcionaran con más fluidez y eficacia. Al final de esas dos semanas, apenas asomaba la cabeza un par de veces al día para comprobar si necesitaba algo de él. Estaba agradecido.

Sólo faltaba un día para la Gala de las Artes de Seúl y hacía unos días que había recibido la nueva colección de trajes de Jimin, cortesía de Yesung. Había tenido que llevar a Jimin para probárselos y el mayor de los Omega había insistido en unos cuantos ajustes de última hora que había hecho sobre la marcha antes de permitirles llevarse los trajes. Mientras Jungkook había visto a Yesung ajustar el cuello del traje de Jimin, se había dado cuenta en ese momento de que todos sus chupones se habían desvanecido, y lo que quedaba de los más oscuros era sólo un tenue amarillamiento, apenas visible. Donde Jimin había sido previamente un mapa de chupones por todo su cuerpo, ya no lo era. El único que quedaba era uno justo sobre su cuello, porque a menudo chupaba el lugar mientras lo anudaba. Jimin siempre ronroneaba más cuando le chupaba el cuello mientras lo anudaba y lo aplastaba entre sus brazos. Pero quería recuperar todos los chupones, ahora que se habían ido, los echaba de menos. Aunque, recordó que se suponía que iban a ir a ver a los padres del Omega por Navidad en un par de semanas, y lo último que necesitaban era que su hijo apareciera con el aspecto de haberse convertido en lunares morados. Estaba listo para el evento, y deseando llevar a su chico bonito para que se luciera con su bonito traje nuevo y sus tacones altos. Sabía sin duda que Jimin estaría fabuloso.

Bebé Vainilla - KookMin OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora