El eco de la soledad.

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—¿Un amigo?—

No recuerdo haber tenido uno jamás. Mi cerebro conoce su significado, pero no logra asociarlo a la realidad, la palabra suena distante, pasajera en recuerdos que no son constantes.

La soledad; mi eterna compañera, susurra en las sombras de mi mente, balbuceando pensamientos que son absolutamente todo menos coherentes.

¿Quién sería tan valiente como para adentrarse en mi complicado ser? —¿Quién querría perderse en este laberinto de emociones que solo yo puedo comprender?— Nadie, porque solo yo conozco cada lugar de mi ser; cada rincón oscuro y secreto, donde guardo mis alegrías y penas,mis sueños y mis condenas.

Pero entonces, ¿por qué me atormenta la soledad?— ¿Acaso necesito a alguien para poder amar?—No entiendo mi mente; es multifacética, claramente.

No entiendo por qué me duele no tener algo que jamás anhelé, —¿En qué momento necesité a alguien que me genere placer?— Siempre he podido solo; siempre fuimos yo y mi sufrimiento. Entonces, ¿por qué me ahogo en este par de sentimientos que no parecen extinguirse con el tiempo?

No necesito a un compañero; o al menos eso quería convencer a mi ser como entero. De todas maneras, ¿Por qué habría de hacerlo? En nada me beneficiaría a mi el hecho de tenerlo.

Odio pensar que necesito compañía; odio la idea de depender de alguien más. No necesito a nadie a quien amar; solo requiero una pequeña muestra de bondad, ¿verdad?

Y si alguien me la da, si alguien decide que la honestidad me puede a mi mostrar, juro que con esa persona siempre voy a estar; y aunque no la consideraré cercana jamás, un pedazo de mi corazón ganará.

Entre la oscuridad y el abismo:Donde viven las historias. Descúbrelo ahora