Capítulo 1: Bienvenida a Dolwill.

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Dicen de un lugar, al que solo se accede cuando el velo entre la vida y la muerte se rompe. Donde te pierdes en pesadillas reales. Un pueblo, capaz de resucitar tus más oscuros y peligrosos deseos.

El bosque rodeaba la carretera. La temperatura bajó abruptamente y la niebla se elevó hasta cubrir la visión del joven que conducía. De camino a una fiesta, una pareja se había perdido entre caminales de tierra que pronto se convirtió en barro. El ceño de ambos se frunció cuando a lo lejos, a pesar de la neblina, pudieron divisar el vehículo abandonado de alguien que había tomado ese sendero antes.

Sin embargo, no vieron venir que de la nada, el supuesto conductor del coche se detuviera en medio de la carretera.

El chico que conducía gritó, intentó frenar a tiempo, pero fue demasiado tarde. El cuerpo rebotó sobre el vehículo y rompió con el impacto el cristal.

—¡Atropellaste al conductor! —le gritó la novia.

—¡No lo vi venir! Espera, por favor. Iré a verlo, llama a emergencias.

La joven asintió y sacó el teléfono en lo que su novio iba a investigar a la persona que había atropellado. Su preocupación era saber si aún tenía pulso.

—¡No hay cobertura! —gritó la muchacha y por ese mismo motivo, bajó del coche. Elevó la mano al cielo y empezó a moverse. Mientras tanto, caminó hacia el vehículo varado y observó el bolso de la que supuestamente era la dueña. Miró el DNI.

Su novio llegó con el cuerpo, le tomó el pulso y se llevó una mano al rostro.

—Lo maté —sentenció.

—¡Cariño! ¡¿Es una mujer?!

Se volteó para ver a su compañera de travesía.

—No, ¿por qué?

—Porque aquí solo hay documentación de una mujer.

De pronto, el rostro de la joven cambió. Su palidez podía mezclarse con la de la niebla. Abrió la boca con sorpresa y tras un grito ahogado, echó a correr por el camino.

—¿Qué pasa? ¡¿Dónde vas?!

No fue hasta que se dio la vuelta, que se dio cuenta de que, el cadáver sin pulso se había elevado tras de sí. Los pies no le tocaban el suelo. No pudo gritar cuando se le acercó. Lo sujetó del cuello y sintió mil dolores en un segundo. Sus órganos empezaron a quemarse. La sangre se resbaló por la cuenca de los ojos, por la boca, orejas y nariz. Por cada orificio por donde pudiera liberarse de la presión. Su cuerpo se convulsionó y cuando el corazón estaba por explotar, el ser extraño de ojos negros como la noche, apretó de más y los huesos de su cuello estallaron dejando un crujido que opacó el silencio.

La mujer, sollozaba mientras las piernas no le daban de sí. Entre la neblina, sus ojos dibujaron siluetas humanas que deshacían y se formaban a su antojo. La rodearon, el pánico la consumió, y, cuando una de esas siluetas se hizo carne frente a ella, solo pudo arrodillarse y llorar por su alma.

Sin embargo, no hubo compasión. El hombre de colmillos afilados y tez pálida sostuvo su mano y de un bocado le arrancó tres dedos. Mientras crujían en su boca, la mujer gritó de dolor. Quiso rogar, pero le indicó un rotundo no con el dedo antes de que lo hiciera.

De entre la oscuridad, las sombras que parecieran obedecer a ese extraño caníbal le entregaron un bate. Solía jugar con él contra los visitantes. Era visible por las marcas de sangre que en su madera se habían quedado secas. Buena forma para matar sin destruir lo que tanto quería comerse.

La golpeó en la cabeza. Un golpe tan duro que el cráneo no lo resistió. Murió al instante y, mientras dejaba tras de sí el cadáver del novio de la chica, a ella la eligió para ser su cena. La cargó sobre su hombro y caminó, dejando un reguero de sangre tras sus pasos.

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