Epílogo

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Beomgyu

—Sabes, cuando decías que me encadenarías a la cama si intentaba irme, pensé que era simplemente una postura posesiva. —dijo Beomgyu en medio de una risa, mientras que tiraba de los eslabones de metal unidos a las esposas de cuero que le sujetaban las muñecas y los tobillos. Estaba atado boca abajo a las cuatro esquinas de la cama de Yeonjun.

Su risa se convirtió rápidamente en un gemido cuando los labios de Yeonjun se arrastraron desde su cabello a lo largo de su espina. Siseó ante la sensación de los dientes hundidos de Yeonjun en la parte más carnosa de su trasero, preguntándose si para más tarde permanecerían las marcas de dientes. Él amaba cada vez que quedaba evidencia.

—¿Posesivo? —Yeonjun murmuró—. Eso no suena a mí en absoluto.

Antes de que Beomgyu pudiera dejar en claro lo mentiroso que era, la lengua de Yeonjun le repasó las pelotas y las succionó antes de abrirlo y dar lamidas a lo largo de su agujero. Joder, eso se sentía tan bien.

Beomgyu se quedó sin aliento. —Sabes que igual tendré que irme, ¿verdad? Tu padre está pagando una fortuna para que asista a ese lugar secreto de entrenamiento ninja para aspirantes a mercenarios. No puedo decirle que no, es parte de su plan.

Minho no había mentido con respecto a asegurarse que Beomgyu recibiera el entrenamiento adecuado. Durante los últimos seis meses había estado trabajando con entrenadores personalizados, instructores de artes marciales y había registrado un número elevado de horas en un campo de tiro. Incluso, había completado un curso de entrenamiento tipo SWAT con un grupo de tipos súper musculosos, que sólo querían sentirse como verdaderos policías.

—Alcanzarás tu avión —prometió Yeonjun, moviéndose para cubrirlo como una manta, su dura polla estaba apretada contra la entrada de Beomgyu—. Pero lo harás con mi semilla todavía dentro de ti…

Las palabras de Yeonjun hicieron que Beomgyu se frotara contra el colchón, frustrándolo en cuanto no encontró nada de alivio. —Yeonjun…

El nombre sonaba como una súplica que cayó en oídos sordos. Beomgyu estaba bien enterado que Yeonjun odiaba cada vez que él se iba, así fuera por cinco horas o cinco días. Yeonjun era un auténtico salvaje cada vez que se separaban. Sus hermanos lo encontraban divertido, mientras que Beomgyu fingía que le molestaba, cuando en el fondo… le encantaba.

Este siempre era su castigo. Una follada unilateral y frustrantemente lenta que continuaba hasta que Yeonjun tomara la decisión de que había sido suficiente y que Beomgyu se merecía correrse.

—Amo tenerte así —dijo Yeonjun—. Desnudo. Indefenso. A mi completa merced.

Un calor apresurado se apoderó de Beomgyu. Yeonjun usaba la palabra “amar” con mucha frecuencia. Tanto que Beomgyu comenzaba a creer que era verdad. Aun así, ellos no hablaban de ello, no tocaban el tema ni lo examinaban muy de cerca. No había razón. La relación de ambos funcionaba, simplemente lo hacía.

—No puedes atarme a la cama cada vez que hago algo que no te gusta. —reprendió Beomgyu, quedándose sin aliento cuando Yeonjun se hundió en su interior de un solo empujón.

—Oh, ambos sabemos que eso no es verdad —canturreó Yeonjun contra el oído de Beomgyu—. Puedo hacer lo que yo quiera contigo, ¿lo recuerdas? Esa era tu regla.

Los dedos de los pies de Beomgyu se curvaron y cada terminación nerviosa le chispeó ante el placer en cuanto Yeonjun comenzó a embestir perezosamente, follándolo al rodar las caderas, apenas moviéndose, pero de alguna manera estando tan profundo dentro de él.

Beomgyu giró la cabeza hacia un lado y otro gemido entrecortado se le escapó antes de decir. —Okey, es verdad. Pero no quise decir que pudieras arrastrarme a la cama cada vez que hiciera algo que no te gustaba.

❝sociopath❞ yeongyu. ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora