En Guerra - VI - Final

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Para los Uchiha, los momentos dolorosos eran los que más lento acontecían. El detalle de la escena provocó un nudo en el estómago de Sarada, quitándole el aire por completo. De entre el destello del jutsu de Kawai, un brillo aguamarina la cautivó; vio un abanico cubrirla completamente del ataque, y una espalda ancha tomar todo el golpe por ella.

Shikadai rodó por varios metros, golpeando su espalda contra una gran roca. Los ojos de Sarada se llenaron de lágrimas; sus pensamientos volvieron sobre si mismos, la risa de Kawaki se sentía a kilómetros. El Sharingan era un objeto de estudio fascinante para muchos; poderoso no solo hacia los enemigos de un Uchiha, sino que también para el mismo portador. De estar en demasiado sufrimiento, este podía llevarlos a una época mejor.

Los pétalos de Cerezo caían, adornando las calles de la aldea años antes. Una vez graduados de la academia, los nuevos Shinobis se veían en la disyuntiva de qué hacer en una época donde los caminos no estaban tan sedimentados como en generaciones anteriores.

Boruto era el centro de atención, sacando charla a cualquiera que se acercara; quizás alguien le daría una idea de un mejor camino que imitar a Sasuke y vivir lejos de la aldea con fama de justiciero. Hasta ahora, nadie lograba convencerlo; es más, había quienes lo animaban a dejar la Aldea y perseguir su sueño.

Sarada observaba la situación desde un banco de piedra, limpiando con cuidado sus lentes antes de volver a colocárselos y revisar que los datos de su diploma sean los correctos. Una voz la sacó de la su ensoñación.

—Será fastidioso... —la Uchiha no tuvo que voltear para saber que ese era Shikadai Nara. Nunca habían hablado demasiado, puesto que ninguno de los dos eran de palabra fácil.

—¿Mmm? —con un monosílabo, Sarada le dio a entender que lo escuchaba.

—Boruto insiste que vaya con él —ese estamento llamó la atención de la muchacha—. Quiere que juntos entrenemos y protejamos el mundo, según él.

—¿Y según tú? —Sarada esbozó una pequeña sonrisa divertida al hablar— No me digas, debe ser fastidioso para un Nara moverse de su posición perfecta de la colina donde los rayos de Sol dan justo en el lugar ideal.

Shikadai la miró, no es que estuviera sorprendido, la fama de su familia no era en vano; aunque no sabía que Sarada Uchiha le llevase tanto el detalle. El Nara cambió el rumbo de la conversación, no disfrutaba ser el centro de atención; lo hacía sentir como si fuese un político importante como su tío... O un consejero de la paz, como su padre.

—¿Cuáles son tus planes de ahora en más? —le preguntó a la muchacha. Sara volvió a colocarse las gafas.

—Mi madre me ha dicho que quiere enseñarme algunas técnicas de sanción como las que la Quinta le legó... Es una oportunidad que no puedo perder —concluyó Sarada—. Si bien no quiero seguir los pasos de mi madre, su conocimiento es preciado.

El Nara asintió en concordancia. Nadie necesitaba preguntarle a Sarada cuál era su sueño, eso era sabido. Sobre el resto de los temas y posibles futuros, la Uchiha no demostraba el mismo entusiasmo que tenía al hablar sobre las hazañas del Séptimo. Shikadai volvió a mirar hacia el frente, a sus compañeros de equipo y al resto de la promoción.

—Procura no estresarte, lo haces con bastante facilidad —soltó con su característico tono despreocupado—. Te estresabas por los exámenes, por las tareas e incluso por si tu madre había comido bien —Sarada lo vio con sorpresa—. Eso último me lo dijo ChouChou, es bastante charlatana cuando estamos en camino a la hamburguesería.

Sarada bufó, no podía reclamarle las cosas a su amiga. Seguramente ChouChou pensó que alguien como Shikadai Nara no revelaría sus más oscuros secretos. Con la vista un poco más afligida, Sarada observó a Boruto, después al monte Hokage y al Hospital General.

En Guerra - Familia NaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora