Cap I

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—¡Rápido, rápido! ¡Llamen a las defensas!— voceaba el capitán de infantería en posición de ataque.

Por primera vez, los borderleanos atacaban a Tokyo. El capitán no paraba de preguntarse; ¿qué será de nosotros?

Semanas más tarde

—No necesito más que eso, soy suficientemente fuerte como para ir solo— proclamaba el joven Suguru a su padre. ¿Por qué él necesitaría protección precisamente para proteger?

—Claro que sí. No seas terco y llévate lo que te he dicho.

—Seré yo quién tendrá que proteger al pueblo, no tú. No necesito armaduras mágicas ni espadas que brillen en la oscuridad.

El padre suspiró con cansancio y con vagancia  hizo un gesto de manos, indicando que el peli negro podía irse ya.

Al salir, vio alrededor de quinientos soldados nuevos. "¿Son... guardias? No es posible..."

—Maldito viejo...—murmuró para sí el joven. O eso intentó cuando de repente sintió una punzada en el pecho al verlo.— ¿Y ese chico?— intentó agudizar su vista, ese chico de pelo rubio y ojos oscuros cómo el carbón. Mediría al menos 1.70 cm y estaba posicionado en la tercera fila de guardias, con la vista fija en el cielo.

Se giró hacía uno de los encargados de limpieza y se decidió por preguntarle. Directo, sin titubear.

—Oye, ¿por dónde se entra al Patio de Armas?

El encargado dirigió su mirada al peli negro y con una sonrisa entristecida por los años le respondió.

—Primero pase por ese pasillo de allá y después baje las escaleras, llevan directo al Patio- respondió el señor.

Analizó la información y asintió.

—Gracias.

—No es... ¡Señorito!— reclamó el señor canoso levantando su escoba por la sorpresa— Estos niños-— se respondió a sí mismo volviendo a su tarea.

Por otro lado, Suguru estaba corriendo hacía las pruebas. "¿Qué no me puedo proteger? Ya, eso lo veremos." Pensó mientras se dirigía a aquel patio que declaraba su destino; ser un niño mimado con objetos protectores o demostrar de lo que es capaz. Y de entre las dos prefería la segunda.

Miró en derredor y se aproximó mediante el pasillo y bajó las escaleras, llegando al Patio.

El Jefe de Armas lo vio y se acercó a él.

—Llegas tarde. Tercera fila séptimo puesto.

Niragi hizo caso con un asentimiento menor y se adentró entre las filas perfectamente ordenadas mientras le abrían paso entre movimientos discontinuos. Cuándo por fin encontró su puesto, se quedó parado con los brazos en jarras.

El Jefe de Guardias miró con desagrado y siguió con el discurso.

Discurso que nadie escuchó al quedar viendo fijamente al sujeto que acababa de llegar diez minutos tarde a su primer entrenamiento.

El rubio que llamó la atención del más alto se rio en voz baja.

—Yo que tú al final me disculparía con él. Aguni es muy rencoroso.

Con diversión giró su cabeza y lo miró.

—Suena a castigo.

—Lo será si sigues así- sonrió y volvió a centrar su atención en el Jefe de Armas.

Niragi, viendo la acción del otro, hizo lo mismo. Pero no centró su atención, que se diga.

—¿Cómo te llamas, rubito?— preguntó aún mirando a Aguni, intentando disimular algo demasiado obvio; que estaba ahí por diversión.

—Chishiya.

—Yo Niragi. Un placer— respondió extendiendo la mano ligeramente.

Just a man.「にらしや。」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora