PRESIDENTE [Xiuchen]

3

En un par de horas más arribaron a otra posada ubicada en las afueras de otra ciudad, pero esta vez Jongdae había dormido lo suficiente y se encontraba completamente alerta, aunque era casi medianoche.

Deambuló por la habitación mientras pensaba. Todo el asunto de alguien intentando asesinarlo le resultaba tan absurdo, tan increíble, y sin embargo parecía ser tan real. Se preguntó ¿por qué? ¿Qué había hecho él? Sabía que era el candidato más popular, todas las encuestas lo señalaban, pero no quería creer que sus adversarios quisieran asesinarlo, por su puesto que podrían ser capaces y tener los recursos, pero su muerte no podría asegurar la victoria o derrota de algún otro, entonces ¿para qué molestarse?

Suspiró, mentalmente agotado, y su mirada viajó hasta su custodio. Nueve hacía guardia junto a una ventana. Jongdae intentó no mirarlo, pero estaba costándole trabajo. Si de verdad estaba cuidándolo, aunque no podía fiarse completamente de esa afirmación, imaginaba que Junmyeon o alguien dentro de su partido lo había contratado. ¿Pero por qué enviarlo con un desconocido a vagar sin rumbo por el país en lugar de atrincherarlo en su casa con mucha seguridad? Le parecía absurdo, estaba seguro de que era incorrecto quedarse ahí con él. Además, nadie parecía seguirlos en realidad y Jongdae sabía que estaban yendo demasiado al sur, si la intención de ese hombre era sacarlo del país, entonces sí estaría en serios problemas.

Con todo aquello en mente, Jongdae llegó a una conclusión: tenía que encontrar una forma de escapar de él.

La oportunidad se presentó a la mañana siguiente. Llegaron a una nueva posada en un lugar aún más lejano alrededor de las siete de la mañana y Jongdae fingió quedarse dormido en su cama, poco tiempo después escuchó a Nueve dar vueltas por la habitación y luego meterse al sanitario. Si estaba esperando por un momento, ese era. Salió de la cama con el mayor sigilo que pudo, se calzó y miró alrededor. Las botas y la mochila de nueve estaban en el suelo junto a la otra cama. Escuchó el agua caer en la ducha, pero intuía que ese hombre no era de los que tomaban duchas largas. Buscó entre los bolsillos exteriores de la mochila y no tardó en encontrar lo que necesitaba: un poco de efectivo.

No era una gran cantidad, pero era suficiente para un boleto de tren. Había visto la estación y había intentado memorizar el camino de regreso a ella, no estaba muy lejos.

Jongdae salió de la pequeña posada y caminó con la mirada fija en el suelo, esperando que la gorra le ayudara a ocultar su rostro lo suficiente. Una pequeña parte de sí mismo se sentía en desacuerdo con escapar, pero intentó convencerse de que esa era la decisión más acertada y continuó con su camino a buen paso. Después de tres cruces se sintió un poco perdido, pero pidió instrucciones a un lugareño que por suerte no pareció reconocerlo. Caminó en la dirección correcta el par de bloques que faltaban y al entrar en la pequeña estación se sintió casi victorioso.

—Un boleto a la capital, por favor —pidió en la taquilla sin levantar mucho su rostro.

La encargada lo miró con curiosidad, su rostro se le hacía vagamente familiar.

—Claro —respondió y tomó el dinero que el hombre le ofreció para pagar su billete.

A Jongdae le pareció que el tiempo se ralentizaba. La pequeña impresora de los boletos y la caja registradora se tomaron demasiado tiempo para hacer su trabajo y cuando por fin su cambio y el boleto fueron puestos en la palma de su mano, un brazo le rodeó los hombros haciendo mucha presión.

Jongdae apretó sus dientes. No necesitaba girarse para saber de quién se trataba.

—Amigo, qué gusto verte por aquí —Nueve le sonrió, pero la sonrisa no parecía para nada feliz, al contrario, anunciaba problemas. Se giró hacia la mujer en la taquilla y le sonrió amablemente—. Uno a la capital, por favor.