PRESIDENTE [Xiuchen]

5

El agua continuaba cayendo sobre su cuerpo, pero Jongdae no cerró la llave, simplemente continuó ahí de pie, con la cabeza perdida en otro tiempo, hasta que alguien golpeó la puerta suavemente.

—¿Jongdae?

Escuchó su nombre ser llamado, pero no se giró ni atendió. No quería verlo, todo lo que quería era volver a casa, a su vida.

Al no obtener respuesta, Nueve forzó la puerta y entró. Al comprobar que Jongdae no había escapado por la ventana sobre el inodoro soltó un suspiro de alivio.

—Creí que el futuro presidente de la nación tendría un poco de conciencia ambiental —comentó mientras observaba la silueta inmóvil sobre la puerta de la ducha.

Jongdae levantó una mano para cerrar el grifo y Nueve apartó su mirada.

—Déjame ir a casa, por favor —Jongdae suplicó desde el interior de la ducha.

—No puedo hacer eso —Nueve respondió.

—Por favor...

—Jongdae, necesito que entiendas algo importante; yo no soy tu amigo, ni tu niñera —Nueve declaró con frustración—. Me pagaron para protegerte, me dieron instrucciones claras de mantenerte fuera de la vista pública y lo más lejos que me fuera posible de un grupo de mercenarios que quieren asesinarte.

Jongdae deslizó la puerta de la ducha y salió de ella con una toalla alrededor de su cintura.

—Te pagaré el doble si me dejas ir —ofreció con seriedad.

Nueve alzó una ceja y concentró la mirada en su rostro.

—Por fin empiezas a hablar como un político —dijo con una fría sonrisa—. Lamentablemente, no estás en condiciones de negociar. Si te dejo ir seguro morirás en cinco minutos sin haberme pagado, pero aunque pudieras pagarme no aceptaría.

—¿Por qué?

—Porque tengo una reputación que cuidar.

Jongdae suspiró con frustración y se cruzó de brazos.

—¿Por qué te contrataron a ti? ¿Por qué un solo hombre?

—Porque soy el mejor, nunca he fallado en una misión y no planeo hacerlo esta vez —Nueve aseguró con un toque de arrogancia—. Ahora vístete, es hora de partir.

Jongdae apretó los labios y contuvo el impulso de cubrir su cuerpo al notar que su captor lo recorría brevemente con su mirada antes de marcharse.

—¡Puedo ofrecer mucho más! —Jongdae soltó impulsivamente.

Nueve se detuvo y giró sobre sus talones. Su gesto delataba cierta exasperación.

—No necesito tu dinero...

—No hablo de dinero —Jongdae dijo intentando sonar firme. ¿Qué carajos estaba haciendo?

Nueve se cruzó de brazos y lo miró con repentino interés.

—¿Qué estás intentando ofrecer?

—Yo... —Jongdae calló de pronto, cohibido. Podía ofrecerle poder, era algo que la gente añoraba, pero otorgárselo, o siquiera ofrecérselo lo convertiría justamente en lo que había prometido no convertirse. El poder no debía transformarlo ni nublarle la cabeza o se habría perdido a sí mismo.

Nueve sonrió ampliamente pareciendo divertido.

—Eres un pésimo negociante —le dijo sin dejar de sonreír—. Espero que tengas un muy buen asesor o este país estará jodido por los próximos cinco años.