Prólogo: Sueños Del Futuro.

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Prólogo: Sueños del futuro

Frío y desolado, prado de auroras voriales rondando todo el ser, un pasto de color azul como la lapislázuli, que estaba lleno de escombros el pequeño lugar. En los confines del más allá, donde la oscuridad y la penumbra reinan supremas, se encuentra un lugar envuelto en un eterno misterio.

Allí, entre las sombras que se extienden hasta el infinito, una figura solitaria se desliza con gracia entre los campos de hierba alta y los riscos rocosos, caminando en el lugar totalmente destruido.

Esta figura, envuelta en un manto oscuro que ondea al compás del viento, se detiene ocasionalmente para contemplar las auroras boreales que destellan en el horizonte distante. Su presencia es etérea, casi etérea, como si estuviera en comunión con el paisaje mismo.

A medida que se adentra más en este reino de sombras, la figura se encuentra rodeada de un silencio profundo y ominoso. El aire está impregnado de un frío penetrante que cala hasta los huesos, pero la figura parece inmune a su mordaz abrazo.

Con cada paso que da, la figura parece sumergirse más profundamente en la oscuridad, como si estuviera explorando los límites del reino de los muertos. A pesar de la solemnidad del entorno, hay una paz serena que rodea a la figura, una sensación de aceptación y comprensión que la envuelve como un manto protector.

-Mamá... Mamá... -dijo una pequeña niña que se encontraba sentada en el suelo de un lugar extraño.

-¡¿Mamá, dónde estás?! -otra pequeña niña preguntó exaltada buscando con la vista a su dichosa madre.

-Te extraño Mami... -Una tercera voz dijo de manera tímida.

-¡Sé que Mamá está bien solo hay que tener fe! -habló la otra pequeña que solamente estaba intentando ser positiva.

-Estaremos bien, no se preocupen... -habló la última voz, con serenidad.

Las cinco niñas seguían caminando por aquel pastizal, y aunque no veían nada debido a la altura de la hierba se guiaban por lo que veían, las niñas no se soltaban de las manos y caminaban en fila, de mayor a menor.

Las botas se manchaba totalmente del lodo que recorrían en ese momento las cinco pequeñas entidades llegaron a un punto alto de una montaña, con la espectacular vista de las auroras, suspirando por el frío aire las niñas se abrazaron entre sí, esperando que esto terminara pronto

-Las encontré chicas... -La voz de una mujer adulta pelirroja con la capa negra llamó la atención de las niñas que transpiraban.

-¡Mami! -Todas gritaron para correr hacia ella, sin embargo, mientras corrían unas de ellas caían.

La que cayó de la manera más dura fue la del medio, quien al caer vio en su rostro líquido rojo brotando de sí misma, esto alteró a todas las hermanas quienes voltearon para ver a la pequeña, sangre que fluía sobre su pequeño cabello pelirrojo haciéndola llorar y frenar a sus demás hermanas.

-¿Estás bien Miku? -preguntó la mayor.

-Me duele mucho... -ella se quejaba.

-Está bien, mamá está cerca

Sin embargo, al mirarla únicamente estaba quieta en ese lugar sin moverse.

-Mami, ayúdame -le dijo la segunda.

-Lo siento pero yo no soy su madre - a esto los ojos de las demás se iluminaron.

Cuando menos lo imagino sintió su cuerpo pesado, caer en un pozo antiguo, en el mar de una isla remota, para despertar de aquel sueño que la atormentaba todas las noches. La primera sensación que tuvo fue la caída libre, una sensación de vértigo que la hace sentir como si estuvieras flotando en el vacío. El corazón late con fuerza en el pecho, y el aire parece escapar de sus pulmones mientras se desplaza hacia abajo.

-Mamita... - musito.

A medida que cae, una sensación de desesperación se apodera de ella. La mente corre frenéticamente, tratando de encontrar una manera de detener la caída, pero todo parece fuera de control. Los segundos se alargan y se convierten en una eternidad mientras se sumerge en la oscuridad.

- Hay veces que el corazón se paraliza por el miedo.

El sonido del viento silbando en su oído se mezcla con el agua fluyendo, formando una cacofonía de ruido que llena el espacio a su alrededor. La sensación de velocidad es abrumadora, como si estuviera siendo arrastrado por una fuerza imparable hacia lo desconocido, la gravedad.

A medida que se acerca al fondo del pozo, una sensación de inevitabilidad se apodera de ella. Ella sabe que el impacto es inminente, y se prepara para el golpe que sabe que vendrá. El miedo y la ansiedad se mezclan con una extraña sensación de resignación mientras se acerca al final de la caída.

-Aún lloro a mi esposa e hijo - la voz de un hombre de treinta años habló.

-No soy tan frío como para burlarme de tu dolor -la voz de otro contestó.

-Sabia elección Uesugi -dijo al final aliviado..

Ella despierta y se encuentra en su propia cama, rodeada de la familiaridad reconfortante de la habitación. La suavidad de las sábanas bajo su cuerpo y el calor reconfortante de mi edredón le dan la bienvenida de nuevo al mundo "real". Respiro profundamente, tratando de calmar su corazón aún acelerado mientras se da cuenta de que todo ha sido solo un sueño, el mismo sueño de siempre.

-Esta vez duró más -dijo ella mirando su cabello pelirrojo.

-Hey Miku ya levántate que llegaremos tarde -dijo la quinta hermana inflando las mejillas al entrar a su habitación.

-Ah, sí ya voy Itsuki -Miku se lanzó de la cama cayendo fuertemente al suelo -Auch...

Se levantó de la cama y se preparó para el día, un día que prometía estar lleno de aventuras y risas junto a sus queridas hermanas en el colegio, la verdad iba a ser otro día sencillo sin mucho ya que vivían en un pequeño pueblo, y al estar alejado de la bulliciosa ciudad el ritmo de la vida que llevan era más tranquilo y relajado por ende menos interesante.

-Está muy sabrosa la comida -halaga Itsuki.

-Gracias, ya sabes que soy la mejor chef -dijo Nino con orgullo.

-Vámonos que se nos hace tarde - dijo Ichika a lo que salieron.

Después de desayunar juntas un banquete de Nino, Las hermanas salieron siendo seguida por Itsuki quien cierra con llave la casa donde viven una vez se encontraron en el patio, listas para ir a la escuela, quitaron candados de las bicicletas en las que iban a la escuela para ir rumbo a la escuela aprovechando el hermoso día soleado que se extendía ante ellas.

Miku pedaleaba con energía, disfrutando de la sensación del viento en su rostro mientras recorrían la carretera rumbo a la escuela. El paisaje era idílico, con campos verdes y árboles frondosos que se mecían suavemente en la brisa matutina.

Entre ellas las hermanas estaban hablándose entre sí Itsuki contándole anécdotas a Yotsuba y Nino contándole las últimas modas a Ichika, fue entonces que Miku veía únicamente al frente, adelante de la cabeza al ver algo curioso.

Un joven que caminaba con una gran garbania de color gris, una bolsa de hombro y un collar con una llave grande y dorada en su pecho, a todo esto las hermanas revasaron a la del medio, quien quedo algo atrás, al momento de pasar uno al lado del otro sintió algo especial que hizo detenerla mucho antes de la pregunta del chico.

-Oye, disculpa -habló el chico haciendo que Miku volteara -¿Has visto unas ruinas por aquí? Estoy buscando una puerta -habló el joven seriamente a lo que Miku se detuvo.

-¿Una puerta? -preguntó Miku adelantando la cabeza.

-Sí, ¿Has visto una puerta por aquí? -volvió a preguntar.

-Hay unas ruinas por allá pero nadie vive por ahí -respondió a lo que el joven solo le agradeció y se retiró.

-¡Miku! -gritó Yotsuba.

-Ya voy... -ella quedó intrigada por qué ese chico buscaba una "puerta".

Fin del Prólogo.

Las Quintillizas Cerradoras De PuertasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora