El inicio del Fin.

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Me encuentro en mi auto en plena carretera de camino al aeropuerto. Los paisajes de carretera en Portugal son simplemente hermosos, solo un camino recto y largo de asfalto rodeado por lado y lado de llanuras verdes y frondosas, con un ligero aroma primaveral y un leve toque salino por las inmediaciones del mar. Mi vuelo sale a las 3:45 PM y son las 9:17 AM. Todo estaba tranquilo, me encontraba algo nervioso por obvias razones, pero de repente...

En ese soleado y despejado día, un relampago color turquesa, del ancho de una montaña, apareció. El cielo pasó del día a la noche con la fugaz caída del relampago, una noche estrellada, hermosa sin igual, un pequeño detalle que apacigüó mi temor y confusión por lo que estaba pasando. Pasado aproximadamente un minuto, otro relampago color turquesa apareció, y con ello desapareció la noche y volvió el día, pero había algo más.

- T : ¿Qué carajos es eso...?

Entre las llanuras se encontraban miles y miles de siluetas con forma humana, totalmente negras. Su falta de reflejo daba a entender que consumían totalmente la luz. Se encontraban ahí, inmóviles, mirando hacia el horizonte, a pesar de no poseer rostro alguno. Era como si las sombras de las personas se hubieran levantado del suelo para dislumbrar el mundo.

Mi teléfono comenzó a sonar.

- Leonardo : Por favor, dime que tú también viste lo mismo y que no me estoy volviendo loco.

- T : Sí, lo vi, pero, ¿qué viste exactamente?

- Leonardo : ¡El maldito día se voló de noche y luego de día otra vez y ahora tengo en frente mío una maldita cosa sin rostro, totalmente negra, carajo!

- T : Vimos lo mismo entonces, estoy en plena carretera y hay miles de esas cosas exparcidas por toda la llanura.

- Leonardo : Tengo que buscar un contador geiger rápido y averiguar qué son estas cosas, no se te ocurra tocarlas.

- T : No te preocupes por mí, tengo un contador en el laboratorio, así que buscalo, llamame si descubres cualquier cosa.

Una vez terminada la llamada, busqué un bastón viejo y unas latas que tenía en mi auto y procedí a acercarme a una de las sombras. Tomé una piedra del camino y se la arrogé a esa cosa, pero simplemente la piedra lo atravesó. Parecía estar formado de luz como un holograma, a pesar de su aparente forma corpórea. Luego de arrojarle dos piedras más y obtener el mismo resultado, procedí a lanzarle una lata. Una vez esta lo tocó, se quedó suspendida en el aire y rápidamente tomó un color rojo vivo brillante. La lata se había fundido y sus restos líquidos yacían en el piso. Probé lo mismo con unas monedas y con una pulsera de plomo que tenía, obteniendo siempre los mismos resultados. Por último, me acerqué y decidí tocarlo con mi bastón, al igual que con las piedras; esto simplemente lo atravesaba.

Fue entonces cuando escuché un susurro...

Al acercarme lo suficiente a aquella sombra, generaba que todo a mi alrededor se volviera cada vez más y más oscuro, como si estuviera adentrándome a una caberna, y a su vez, mientras más me acercaba, empezaba a escuchar con una ligereza notable cada vez más clara. El susurro de un murmullo, era inentendible, pero algo decía.

Me acercaba lentamente, más y más, paso a paso, mientras todo se oscurecía a mi alrededor. Escuchando esos murmullos cada vez más claros. Todo a mi alrededor era oscuridad, y solo estaba la sombra al frente mío, susurrando algo que no entendía.

Fue entonces cuando me animé a tocarla...

Acerqué mi mano lentamente hacia esta, cuando repentinamente esta dejó de murmurar, y todo quedó en absoluta oscuridad y silencio.

Seguía acercando mi mano y, una vez el roce de mi dedo sintió su superficie, una fuerza extraña me lanzó hacia atrás, a pesar de haberme lanzado unos cuantos metros de esta. Todo seguía siendo oscuro, en medio de esta. Todas las miles de sombras que la acompañaban aparecieron con solo un parpadeo de entre la absoluta oscuridad que rodeaba toda mi vista. Todas estas sombras se arrodillaron. De sus espaldas salieron alas negras como la noche y sus brazos se empezaron a levantar, sus manos se abrieron como si quisieran agarrar algo que estaba sobre ellas y de sus rostros nació una boca gigante, que rodeaba casi toda la cabeza. Esta boca rompió la cabeza de las sombras a la mitad, mostrando con sigo una larga fila de grandes y delgados dientes blancos que cada vez se alargaban más y más.

Y de repente comenzaron a gritar.

Un grito infernal, agudo y errático, agónico, que cada vez se intensificaba más y más. Tuve que tapar mis oídos con tal fuerza que mis manos empezaban a doler mientras sentía cómo de mis orejas, empezaba ligeramente a brotar más y más sangre. Este grito continuó aumentando hasta que repentinamente, entre su agonía, empezaron a brillar, un brillo que se intensificó rápidamente hasta volverse cegador.

Una vez abrí mis ojos, todo había vuelto a la normalidad, las sombras habían desaparecido y con ellas los gritos y la oscuridad, mis oídos estaban sangrando, pero mis timpanos de alguna manera no habían llegado a reventarse. 

Fue entonces cuando escuché mi teléfono sonar. 


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