Capítulo 1: El día que duró 153 horas.

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La fila era larga para tratarse de un miércoles en la mañana, como si de repente, muchos estudiantes hubieran decidido que era mejor saltarse las clases.

Eren se preguntó si la escuela no se encontraría vacía ahora y si los profesores suspirarían aliviados de no tener que dar clase a un montón de críos revoltosos.

No le gustaba esperar, de hecho, odiaba hacer fila en cualquier lugar, era lento y desesperante hasta hartarse. Sin embargo, por esta ocasión, pensó que era una buena idea perder el tiempo en esa larga fila de chicos ociosos que habían decidido saltarse las clases.

Le gustaba visitar frecuentemente "Maria's", el restaurante de comida rápida más grande de la ciudad. Las papas fritas eran deliciosas y las malteadas de chocolate un gusto cremoso mortal y frio para los amantes del chocolate como él. Siempre iba cuando tenía algo en mente o algo que debía celebrarse. Para su desgracia, era la primera opción la que lo había llevado a ese lugar. Su mente era un caos, no era algo de lo que pudiera sentirse orgulloso.

Necesitaba pensar de manera larga y tendida. Sentado en ese restaurante de comida rápida, comiendo una tanda de crujientes papas a la francesa bañadas en cátsup y queso, junto a una helada y cremosa malteada de chocolate con un enorme tope de crema batida que tuviera una lluvia de chispas de colores. Posiblemente también necesitaría una hamburguesa de queso y panecillos de ajo con salsa picante. Este asunto requería de medidas drásticas.

Para un crio de catorce años, cosas como esas podrían significar el fin del mundo tal y como lo conocemos.

Cuando llego su turno, se quedó mirando el menú digital en las grandes pantallas detrás de la cajera, y unas inmensas ganas de llorar se apoderaron de su cuerpo, llenando sus ojos de agua salada, atacascando su pedido en su garganta. Trago varias veces para que el atasco pasara, pero no tuvo mucho éxito.

La cara aburrida de la cajera cambio a una de sorpresa, no era común que los clientes se pusieran a llorar mientras pedían su comida.

—¿Todo bien, chico? —pregunto ella algo confundida.

—Ah...—Eren se tocó el rostro húmedo y sintió el peso de sus emociones reprimidas, que empezaban a aplastarlo.

Salió de la fila sintiéndose muy avergonzado de sí mismo.

Se escondió en el baño y trato de tragarse sus propias emociones, pero jamás había sido bueno en ello, era algo lamentable.

El baño tuvo un movimiento concurrido y en tres ocasiones tocaron la puerta de su cubículo. Era penoso, pero cada que quería salir, pensando que la avalancha de emociones había bajado, volvía con más fuerza devolviéndose al interior.

Se alegro de haberse saltado las clases, era imposible que pudiera hacerle frente a esa crisis de llanto con los profesores y sus compañeros. Se tendría que cambiar de colegio y de ciudad sin duda alguna.

Después de lo que parecía una eternidad, salió del baño, tenía la cara hinchada. Se veía pálido y sus ojos habían reducido su tamaño. Vaya apariencia.

El restaurante estaba menos concurrido y para su suerte en la caja ya no estaba la cajera de antes, así que intentando que su estabilidad fuera mejor pidió su comida. La voz se le quebró cuatro veces y el amable cajero fingió no darse cuenta de su rostro maltrecho.

Unos diez minutos después tomo la bolsa de papel del mostrador y salió del lugar. Posiblemente sería la última vez que lo visitaría después de tal desgracia.

Se escondió en un parque cercano. Casi no había gente por lo que pudo ocultarse en un lugar cercano a los columpios. Se sintió en una de esas escenas de los dramas que Isabel veía.

La melancolía de Plutón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora