Capítulo 12: El límite del cinturón de Kuiper.

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Levi había considerado transferirse a otra escuela luego de todos los problemas que Erwin le había ocasionado, no tenia sentido intentar pelear contra una pared, en este caso, contra un sistema que estaba en su contra. Estaba seguro de que como en esa ocasión, otros problemas se presentarían a su puerta y lo empujarían a tomar decisiones apresuradas, empeorando todo a su alrededor. Moverse y alejarse, era la opción más inteligente en ese momento.

De todos modos, su cerebro no tendría problemas en encontrar una escuela notable que pudiera abrirle las puertas. Además, aunque lo odiara, siempre podía usar esos lazos de los que los adultos presumían con mucha frecuencia.

Pero entonces, aquel chiquillo que había salvado en el callejón empezó a ser muy notable.

En realidad, había entrado en esa pelea sin saber quien era la persona afectada, las cosas injustas eran algo que no toleraba de ninguna manera, tenia ideales demasiado firmes a los que se apegaba tanto como a la vida misma. Se había acostumbrado y hecho un habito el que cuestionara y peleara por esos mismos ideales. Por lo que ni siquiera dudo en involucrarse.

Tampoco se arrepentía, al final, había tomado esa decisión basado en su propia convicción. ¿Por qué habría de arrepentirse de hacer lo correcto?

Había querido hablar con la persona afectada, en primera, revisar que estuviera bien y en segunda, quizás, solo quizás, podría salvarlo un poco de su propia asfixia, usarlo como una coartada o para desmentir los rumores que el presidente había creado. Pero para su desgracia, el chiquillo ni siquiera había notado que persona lo había rescatado en primer lugar, todo lo que había visto y vivido era su salvación por el presidente y eso lo había embobado hasta hacerlo tonto.

Lo había odiado con mucha facilidad, se sentía irritado y molesto cuando lo supo. El crio solo estaba asombrado por la fuerza de la mentira y la manipulación de una sonrisa amable y falsa.

Fue un hecho lamentable, pero al final, no había nada que pudiera hacer para corregirlo. Pelar o alzar la voz solo empeoraría su situación, por lo que simplemente comenzó su búsqueda para otras instalaciones educativas.

Un día el chiquillo entro a la biblioteca, fingiendo prestar atención a un libro de "Julio Verne", era evidente que no tenía ningún interés en la lectura, estaba inquieto y murmuraba de vez en cuando como si hablara consigo mismo, regañándose, lamentándose y diciendo tantas cosas que era difícil seguirle el ritmo. No fue un día o dos, en realidad era cada día de la semana escolar. La criatura de segundo año se había vuelto un acosador profesional.

Al inicio, Levi lo considero como algo de mal gusto y se pregunto seriamente si el niño no tenía algo mal en la cabeza, pero después de seguir esa misma rutina, considero que era algo divertido, luego, quizás, era algo tierno, un poco bobo, tal vez, pero al final, parecía algo lindo. Sin darse cuenta, empezó a seguir los mismos pasos que ese niño. Iba a la biblioteca en ciertas horas determinadas y se sentaba en una mesa cercana, fingiendo hacer tareas o simplemente mirando cualquier libro.

El niño era bastante lindo. El cabello hecho un lio la mayoría de días, su rostro aun no abandonaba ciertos rasgos infantiles, mejillas rellenas y una piel lisa, rostro redondeado, una sonrisa adorable, que parecía nacer de la nada, extendiendo sus labios en una curva perfecta. El rubor en sus mejillas siempre lo hacía tener esa sensación de pureza, si pudiera definirlo de ese modo. Y luego estaban sus ojos, eran grandes, brillantes y curiosos, mirando a todos lados en busca de una respuesta, con ese color inconfundible, un verde llamativo, el esmeralda de las piedras preciosas, iluminados por rayos de luz que solo los hacían más bonitos. Adornados por una cortina de pestañas curvas y castañas.

No le costo demasiado darse cuenta de que su propia curiosidad había empezado a transformarse, que esa duda que le nacía en el pecho se había convertido en un interés genuino. Si admitía que había sido complicado aceptar que un chico le podía gustar también, pero luego de algunos días, se dijo que no era algo que simplemente pudiera desaparecer chasqueando los dedos, así que solo suspiro y lo dejo hacer.

La melancolía de Plutón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora