27 de junio de 2019.
Me desperté con un mejor humor; los últimos días había estado más amargada de lo normal. El olor a café recién hecho me recordó que era fin de semana y que mi madre estaría en casa todo el día, aunque eso era un decir, porque seguro se la pasaría en su celular o iría con alguna amiga. El pensamiento de pasar el día sola me oprimió un poco el pecho.
—Buenos días, familia—saludé con una sonrisa adormilada, tratando de ocultar la tristeza que me rondaba.
—Hermanita, ¡reviviste!—me saludó Isalia desde el comedor, su voz alegre sonaba como un eco distante.
—Buenos días—se limitó a decir mamá, sirviendo el desayuno con una sonrisa que parecía más una máscara.
El desayuno estaba caliente y la familia reunida "ya podrían ser todos los fines de semana así, no cuesta nada" pensé por un instante, pero el silencio comenzó a llenar la habitación, pesado y incómodo, hasta que a mi madre le entró una llamada.
—¿Cómo que el balance se retrasó? Lo necesito para el lunes, no que lo hagas el lunes, fui muy clara. Lo haces ya o te consigues otro trabajo—las palabras de mi madre resonaron, y el ambiente se tornó tenso.
Suspiré, mirando a mamá pelear con el contador, sintiendo cómo la frustración me oprimía el pecho. Me giré hacia Isalia, que también estaba absorta en su celular.
—¿Tú también?—solté un quejido, queriendo romper la burbuja de soledad que se había formado a mi alrededor.
Isalia frunció el ceño, inmersa en su propia realidad.
"Genial, ya hasta tiene las manías de mamá", pensé.
—Sí, soy Isalia Ramos—respondió, y su sonrisa se iluminó de repente—. Por supuesto, decano. En dos horas está bien.
—Adiós—dijeron al unísono, con la diferencia de que mi madre estaba molesta y mi hermana a punto de estallar de alegría.
—El decano de la universidad me pidió que presentara mi artículo. Parece que una revista de ciencias económicas quiere publicarlo—chilló Isalia, y mis ojos se iluminaron por ella, aunque una sombra de envidia me recorrió.
—Estoy tan feliz por ti—me abalancé sobre la mesa para abrazarla, pero una punzada de tristeza me invadió al recordar que yo no tenía nada parecido que celebrar.
—Estoy orgullosa, hija—dijo mi madre, que ya no parecía molesta. Pero esa felicidad compartida se sentía lejana, como un sueño al que no podía alcanzar.
En eso no se equivocaba. La había visto trabajar en ese artículo por semanas, quedándose despierta toda la noche con una taza de café enorme, aunque el café no era que le gustara tanto; lo sabía muy rara.
—Tengo que ir a la universidad en dos horas, madre...—dijo Isalia, y las dos se apresuraron a comer, corriendo por toda la casa mientras se arreglaban.
—Irene—me llamó mi madre antes de salir con Isalia—, recoge la mesa, por favor.
—¿Pueden venir Daniel y Daniela?—grité desde el comedor, deseando un poco de compañía.
—Sí, limpia el desorden primero—cerró de un portazo, dejándome sola.
Miré mi desayuno sin muchas ganas y decidí que había perdido el apetito. "De todas formas estoy un poco subida de peso", pensé, mirando a Atenea como si pudiera entenderme. Pasábamos tanto tiempo solas que ambas nos acostumbramos a que le hablara como si fuera a responderme.
Tras una mañana solitaria de limpieza, me encontré mirando por la ventana cómo las hojas se movían con el viento mientras peinaba mi cabello húmedo, con Atenea dormida sobre mis piernas. A veces, me preguntaba si mi vida era un ciclo de soledad que nunca cambiaría.
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Irene
Teen Fiction⚠️Este libro trata temas como: depresión, ansiedad y problemas alimenticios. Si eres sensible a estos temas, por tu salud mental no leas este libro.⚠️ Después de la muerte de Irene en sus vacaciones, su familia queda destrozada, sobre todo su herman...