10. La calma antes de la tormenta.

27 1 0
                                    

29 de julio 2019.

Después de la charla en el estudio de fotografía, los días parecían querer ir a mejor. Daniel se comportaba menos tosco y Daniela parecía interesada en pasar tiempo con Mateo y conmigo en el descanso. Llevé mis acuarelas y Mateo se burló de algunas de ellas por mi intento de hacer rostros.

—Lo mío son los paisajes— me había defendido.

—Y las fotografías— dijo Daniela, viendo el resultado de la sesión en mi celular—, ¿cuándo sale la campaña?

—Inicio de agosto. Casi al mismo tiempo que el campeonato— le quité mi celular con diversión— y esto es confidencial.

—¡Irene!— se quejó haciendo un puchero.

—Pero si tú estuviste, ahí— me reí de su expresión. 

—Sí, quién pudiera tener esa suerte, Dani— Mateo le apretó la mejilla con cariño.

Me pareció un gesto extraño por parte de Mateo, pero aún más cuándo Daniela solo sonrió con nerviosismo. 

—¿Pasa algo, Irene? — Mateo me sacó de mi ensimismamiento.

Me di cuenta de que había estado con el ceño fruncido.

—No nada— dije recomponiendo mi sonrisa—. Se me ocurrió una idea para el libro.

Si seguía mintiendo con eso, cada vez que me pasaba algo a este paso, las personas creerían que escribo una saga. 

—Le pasa seguido— le explicó Daniela— y es muy expresiva, pero no te preocupes.

Mateo parecía no muy convencido, pero al final no dijo nada. 

Sin embargo, eso no arruinó el resto de la semana. Después de clases, los gemelos se reunían en mi casa para mirar películas de terror y comiendo helado. Mateo, aun con los prejuicios de Daniel, se había vuelto uno más del grupo y Alia, al menos, ya no era tan fastidiosa como antes. 

El fin de semana llegó y me encontraba con un humor espectacular. Ya hacía un rato que no me sentía tan bien, no podía decir lo mismo de mamá que peleaba con Dios quién. No le presté atención y simplemente seguí desayunando en silencio, al igual que Isalia.

—¿Qué vas a hacer hoy? — dijo con tranquilidad, como si nuestra madre no estuviera peleando por teléfono.

—Nada, escribir, supongo—, pinché una de mis frutas con el tenedor. 

— ¿Te apetece salir conmigo? 

—Creí que estabas ocupada con la investigación— le recordé.

—Ya la terminé, de hecho, incluso la envié ayer— alzó los hombros despreocupada—. Además, ya pasó un tiempo desde la última salida de las hermanas.

—Sí, es verdad. Es culpa de tu carrera.

—No, es culpa de Daniela. Esa roba, hermana— dijo fingiendo molestia.

—Nada que ver, te aseguro que ella no intenta robarme— en eso me llegó una notificación de Daniela donde me preguntaba si salíamos hoy.

Le mostré el celular a Isalia que grabó una nota de voz. 

"Hoy es mi hermana y saldrá conmigo, consíguete a la tuya".

Daniela se había limitado a responder con un emoji sacando la lengua.

Por la tarde, Isalia y yo pasamos en el centro comercial, nuestras charlas podían extenderse por horas sin parar, ni siquiera hablábamos de algo concreto. 

 Irene Donde viven las historias. Descúbrelo ahora