PRÓLOGO

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«Querida Agatha:

[...]

Recuerdo aquella tarde en la que estábamos sentados mirando como el sol se ponía, acariciándonos cuando sin querer, nos dimos el primer beso.

No sabía si significaba lo mismo para él que para mí. Éramos dos niños que no sabían lo que era amar, solo que ese beso de mentira despertó algo en mi que nunca antes había sentido.

Desde entonces no pude dejar de pensar en él, hasta que un día me di cuenta de que estaba enamorada.

Más tarde me di cuenta de que él no se iba a fijar en alguien como yo, de familia humilde. Simplemente, un día me despertaría y lo único que haría sería pensar en él y en todos los momentos vividos. Pero él se convertiría en alguien rico y con clase, mientras que yo solo sería una judía pobre que no podría tenerlo al lado.

[...]

Con amor, Karen.»

CORAZONES EN GUERRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora