capítulo doce

1.4K 174 7
                                    

Le dolía todo el jodido cuerpo.

Cada articulación parecía negarse a funcionar apropiadamente. Cada paso era una agonía, especialmente porque tenía que mantener una expresión compuesta y fingir que no estaba exhausto.

Aún así, eso era lo que menos le preocupaba. Sabía perfectamente por qué estaba adolorido y sabía que era algo a lo que había accedido a pesar de todo.

Y era precisamente eso lo que le preocupaba.

Seungmin era algo peligroso y dañino que se tenía decidido a sacar de su vida. Se prometió a sí mismo que nunca tendría nada que ver con él de nuevo. Seungmin siempre había tenido ese aire peligroso y agresivo. Aún cuando era poco más que un mocoso que apenas empezaba a conocer sobre la vida, ya Minho había podido notar esa intensidad en su mirada, ese fuego destructivo en todo lo que hacía.

Y eso le había encantado en su momento.

Le había parecido excitante y deseable. Le había gustado ayudarlo a asesinar hasta la última gota de inocencia que tenía, pero eso era algo de lo que había dejado de estar orgulloso hacía mucho tiempo.

Había conocido a Seungmin cuando él todavía era apenas un aprendiz de policía. Aún se estaba formando, apenas un cadete. Sin embargo, no pudo evitar ponerle atención a aquel adolescente de miembros largos y cabello revuelto que siempre deambulaba con un moretón distinto en su rostro. Siempre arrestado por algo distinto, siempre revoltoso e inconforme, un poco infantil y malcriado a su manera. No pudo evitar acercarse a él, conocerlo y, con el tiempo, envolverse en esa relación tan extraña que habían tenido.

A Minho le resultaron atrayentes muchas cosas sobre él. Desde su alta estatura hasta su inocencia amañada con maldad. Le gustó ayudarlo a convertirse en hombre, en ese hombre cruel y caprichoso que podía llegar a ser. Fue emocionante en su momento. Pero, como era lógico, muy pronto se salió de control.

Minho siempre supo que estaba mal. Siempre supo que el cliché de un criminal y un policía es uno que, en la vida real, está destinado a salir mal. Pero nunca pensó que fuera a salir así de mal. Nunca pensó que Seungmin podría llegar a donde llegó. Aunque ahora sabía que lo había medido muy, pero muy mal.

Seungmin era mucho más de lo que él creía, mucho más peligroso y volátil.

Y, muy a su pesar, había vuelto a caer en él. En su mirada malévola y sus manos fuertes, ahora más curtidas y grandes. Todo él era una versión más madura de lo que había sido antes, y Minho se odiaba a sí mismo por lo mucho que eso le atraía a pesar de entender cuán mal estaba.

Por ese sentimiento de culpa era que nunca le había dicho nada a Hyunjin. Aún si él era su mejor amigo, su único confidente de alguna manera, el único con quien podría hablar de algo así. Nunca le dijo porque temía ser juzgado, temía que Hyunjin le echara en cara todo lo que se había estado diciendo a sí mismo sin realmente interiorizarlo.

Así que cuando Hyunjin le preguntó qué le pasaba, supo sonreír y negarlo todo. Supo fingir cansancio y falta de ánimos. Haciendo todo lo posible por no demostrar que su cuerpo y su mente iban en direcciones opuestas y con muchas millas de distancia entre ambos.

Y pudo manejarlo hasta ese momento en que su vista se posó en aquel callejón. La inconfundible silueta de Seungmin allí con alguien más. Sus ojos estaban entornados para reconocer ese tipo de cosas, no tuvo ninguna duda de que aquello que Seungmin contaba entre sus manos eran billetes. El tipo que estaba con él sonreía, complacido y Minho no necesitó pensar mucho para pedirle a Hyunjin que detuviera el auto.

No quería tener nada que ver con él, pero no podía ignorar algo así. Seungmin era un ex convicto. Aquel era un punto conocido de venta de drogas y, fuera lo que fuera, Minho sabía que debía ser algo sospechoso.

Opium       [  hyunin  ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora