Capítulo I

43 6 2
                                    

UNA NOCHE SOBRE EL TEJADO

Observé desde mi lugar como Marcos le daba un puñetazo a Jhon. Este no vió venir el golpe, más sin embargo, le respondió con uno más fuerte.

Empecé a distinguir como a Marcos le sangraba la boca por el impacto, e hizo una mueca por el dolor. Entonces, ambos caminaron; como si no acabasen de pelear. 

Se achicaron ante la distacia. Dejándome sin respuestas. ¿Por qué pelearon? 

Todo estaba bien ayer. Estábamos como de costumbre en el Rides, nuestro restaurante favorito de la ciudad, luego nos despedimos y volvimos cada uno a su casa como a eso de las nueve. Hoy ya es otro día. Y desde las primeras horas de la mañana ya están peleando sin ninguna razón, me pregunto que habrá pasado.

Tomé mis clases de manera habitual, y antes de volver a casa veo a los chicos.

-Oigan, ¿por qué ustedes estaban peleando esta mañana? -pregunté a penas los ví.

-¿Peleando? ¿De qué estás hablando? -preguntó Marcos.

-Sí, hasta te sangraba la boca, ¿no?

-No, creo que te confundiste -afirmó Jhon.

Supuse que no querían decirme porqué pelearon así que no insistí más. Me dijeron que no irían al Rides hoy, así que terminé yendo por mi cuenta.

Cuando llegué todas las mesas estaban ocupadas. Me senté en uno de los banquillos de la barra y ordené un té frío.

En una de las mesas cercanas había un chico con una especie de libreta entre las manos. Parecía que estaba dibujando.

Iba a acercarme, pero no lo hice. Solo me quedé observándolo discretamente.

Pero, por alguna razón, el levantó la cabeza y su mirada se encontró con la mia.

Tenía el pelo sumamente ondulado, y ojos cafés. Parecía ese típico chico tímido y reservado del salón con el que todas querían salir.

Cuando llegó mi bebida, corté el contacto visual de inmediato y me limité a darle un sorbo. Pero volví a mirarlo. No pude evitarlo.

Y entonces, ocurrió algo que nunca pensé que pasaría. Él se levantó de la silla y se acercó hasta mi, con una hoja en la mano. La dejó sobre la barra en frente de mi para que pudiese verla.

Era yo.

Era un dibujo de mi. Sentada en el mismo lugar. Le quedó perfecto.

-Por cierto, soy Zion -dijo con voz ronca.

-¿Cuánto tiempo te tomó hacer esto?

-No lo sé, ¿Cómo cuanto tiempo llevas ahí sentada?

-¿Lo dibujaste en tan poco tiempo?

-Supongo que sí -dijo esbozando una sonrisa. -Y... ¿Con quién tengo el placer de hablar? -agregó.

-Aphilia, me llamo Aphilia.

-Vaya, si que tienes nombre de época medieval ¿no crees?

-Supongo que sí -ambos sonreímos.

Hablamos durante horas, hasta que cayó la noche. Luego volví a casa. Y me preparé para dormir.

Me recliné sobre la cama y no sé en que momento me quedé dormida.

Estaba durmiendo, cuando Zion entró y me despertó. Ni siquiera sé por donde entró o cómo, pero allí estaba. Junto a mi cama. Me cagué del susto. 

-No puedo dormir -dijo en un susurro.

-Estás loco, ¿qué haces aquí? -contesté en reproche. -Me van a matar si te encuentran aquí.

-Vamos, no digas tonterías, no vives con nadie.

-Bien, ¿qué quieres? -pregunté.

No podía dejarlo solo, no me lo permitiría, y menos después de lo amable que había sido conmigo.

-No sé, ¿qué se puede hacer a esta hora? -preguntó desconcertado.

-Son las dos de la mañana, ¿qué crees tú que puede hacerse a esta hora? -repliqué.

-No lo sé -se veía tan tierno. Su cabello apuntaba en todas las direcciones, y su voz ronca aún parecía adormilada.

-Vamos, sígueme -dije levántandome de la cama y saliendo por la ventana para llegar hasta las escaleras de emergencia que rodeaban la casa.

Subimos hasta llegar al techo, allí nos sentamos.

-¿Sabes? a veces me pregunto cómo sería la vida si no nos pudiéramos comunicar. Si no pudiésemos expresar cuando estamos tristes o cuando estamos felices. Si nos han dado las palabras ¿por qué simplemente no usarlas? ¿Acaso es tan complicado decir las cosas como uno las siente? ¿Justo y tal como las siente, sin rodeos, ni malabares? Pero el ser humano no comprende eso en su totalidad.

>>De lo que si estoy consciente es que las palabras nos las dieron para algo ¿No crees?

-Supongo que sí -él rió.

-¿Entonces solo dirás eso cómo respuesta o qué?

-Supongo que sí.

Duramos un par de minutos en silencio. Pero no fue incómodo. De hecho, fue más agradable de lo que pensé.

Después de un rato decidí hablar. 

-¿Cuál se supone qué es el propósito de la existencia? ¿Alguna vez te lo habías planteado?

-Sí, una infinidad de veces. De hecho, lo he pensado más veces de las que me gustaría. Pero se supone que el propósito de vivir en si, es que todos tengan un sitio en la cumbre, si estás vviviendo, ten por seguro que es porque tienes una función que cumplir, algo que hacer. Y de ninguna manera puedes morir sin haber cumplido ese propósito.

>>No estoy seguro de cuál se supone que es mi propósito, pero sé que tengo uno. Yo vivo para algo, Yo vivo por algo. Lo sé. Es lo que me mantiene vivo.

Hablamos durante horas, hasta que se asomó el sol y supe que tenía que irme a la cama. Me quedé allí, pensando en la conversación que habíamos tenido. En lo profundas que eran cada una de sus palabras. Pero sobre todo, en aquello que sentía cuándo estaba con él.

LOS TARDES SÍ EXISTEN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora