Capítulo IV

9 4 0
                                    

       UNA NOCHE DE LUNA MENGUANTE 

El sol colándose por la ventana me despertó. Estaba acostada sobre mi cama.

¡¿Qué?! ¿No se supone que me dormí fuera? Al parecer alguien había abierto la puerta y me dejó dentro.

No le di muchas vueltas, decidida, me levanté de la cama y me preparé el desayuno.

Salí de casa, pero esta vez si tenía llaves, estaban sobre la mesa. Fui a clases y pasé el recreo junto a Marcos y Jhon. Me salté la clase de biología porque en verdad no me sentía de humor.

Me fui del instituto antes de que despacharan y caminé directo a casa.

Mi móvil vibró dentro de mi bolso.

Era un número que no tenía agregado.

Deseaba que fuera Zion. Necesitaba contarle todo lo que había pasado la noche anterior.

Contesté la llamada.

-¿Hola?

-Hola ¿Si? ¿Aphilia? -Era su voz. Era él.

-Sí, ¿cómo estás? Oye, necesito verte. ¿Puedes venir al Rides?

 -Hmm, tengo algo qué hacer ahora, ¿podemos vernos a las cuatro?

-Sí, te veo allá.

-Si, supongo que sí.

Colgué. Fui a casa y escribí en mi diario.

Escribí todas las noches que había pasado con Zion, todos los momentos que habíamos pasado juntos en el poco tiempo que llevábamos conociéndonos.

Sin darme cuenta eran más de las cuatro.

¡Mierda! Se me había hecho tarde.

Me levanté del escritorio. Y tomé el móvil.

Le marqué al último número registrado. Hablé apenas contestó.

-Escucha, sé que estoy tarde, y que debí avisarte antes, pero... ¿Podemos vernos en mi casa?

-Está bien. Creo que recuerdo el camino -soltó una risita.

-Te veo aquí.

-Te veo allá.

Pasado veinte minutos Zion llegó a mi casa. Abrí la puerta un poco ansiosa.

-Pasa, toma asiento.

-Vamos, no seas tan formal -bromeó. -Bueno y... ¿de que querías hablarme? -añadió.

-La verdad, ni siquiera sé como explicarlo. ¿Pero ves ayer qué nos despedimos en el mirador? -Él asintió así que continué. -De camino a casa, no sé que pasó. Como que me perdí. Me rasguñé el hombro con una rama, y tuve que pasar toda la noche afuera porque no tenía las llaves. Casi me atropellan al cruzar la avenida. Alguien me dejó dentro, porque cuando desperté estaba acostada en la cama. ¿Fuiste tú, verdad? El que abrió la puerta para que no pasara la noche fuera. Yo sé que fuiste tú -hablé demasiado rápido, sentí que me faltaba el aire. -Yo solo quería decirte... Gracias, de verdad -logré decir.

Zion me escuchaba atento. En cuánto terminé de hablar, él se acercó a mi.

-Ey ey, tranquila ¿si? todo está bien -su cara fue inexpresiva, no mostró emociones, o al menos, yo no pude distinguir ninguna.

-Sí. -respondí.

Me sentí agotada, así que me recosté en la cama. Lo último que vi fue a Zion sentado en mi escritorio.

LOS TARDES SÍ EXISTEN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora