Capítulo V

16 4 0
                                    

DOS MESES DE VIDA 

-No digas eso, Aphilia. -Su mano tomó la mia y la hizo suya. -Mira el cielo, quiero que recuerdes este momento. -me dijo con una sonrisa.

-No puedo disfrutar este momento si lo único en lo que pienso, es en morir.

-¿Por qué quieres morir? -su voz estaba rota. Se podía distinguir a leguas el dolor que estaba sintiendo.

-Porque no mereces alguien que esté en mi estado. No puedes vivir con alguien como yo. Y de que me sirve vivir a mi, si vivir sin tí es lo mismo que vivir estando muerta.

Sabes que en cualquier momento volveré a imaginar cosas. Mi mente no está bien, Zion. No puedes vivir con esa carga.

-Yo puedo ayudarte, solo necesito tiempo.

 -Ese es el problema Zion, no hay tiempo. Es demasiado tarde. 

-Está bien, pero dame dos meses. Solo dos, Aphilia. Y te prometo que te haré feliz. Yo puedo hacerte feliz. Todo lo que alguna vez soñaste, lo volveré realidad para tí. Pero dame dos meses. Ese es el trato, luego te dejaré ir. 

-Dos meses, Zion. Pero luego debes cumplir con tu promesa.

-Bien, te lo prometo -asintió.

El día en el que se cumplieron aquellos dos meses. Probablemente los mejores de mi vida. No tengo la capacidad de describirlos porque si lo hago probablemente describa algún sueño y no la realidad. Lo único de lo que soy capaz de recordar es que cada vez que despertaba, Zion estaba junto a mi cama. Siempre que me dormía él estaba ahí, y cada vez que despertaba también estaba ahí.

 -Te amo más que nada en el mundo -susurró en mi oído, como si no quisiese que nadie más lo escuchara, solo yo. Estábamos sentados en el suelo de mi habitación. Zion había traído limonada, y escuchamos música durante toda la tarde.

El ambiente era tranquilo. Zion colocó sus manos a ambos lados de mi cara y dejó un suave beso sobre mi frente. Sentí aquel beso en cada parte de mi cuerpo. Lo miré a los ojos. -Gracias. -dije con un tono bajito.

-Gracias a tí, por ser lo mejor que me pasó en la vida. -Le dediqué una sonrisa. Una sincera, una de esas que solo le regalas a alguien que amas de verdad.

Le di un sorbo a la limonada y él me imitó. Compartimos una mirada que pareció eterna.

No soy consciente de cuánto tiempo pasó antes de que se cerraran mis ojos pero, todo lo que había vivido con Zion se recreó en mi mente, como flashbacks consecutivos que no terminaban. Lo último que vi fue su rostro regalándome aquella jodida sonrisa que tantas veces me había hecho feliz.

¿Lo había hecho yo lo suficientemente feliz a él también?

LOS TARDES SÍ EXISTEN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora