Las palabras no se las lleva el viento

292 1 0
                                    

Aquella vez, ordenando en lo más recóndito de mi habitación mis viejos cuadernos con pequeños versos; me llamó la atención un cuaderno en particular, parecía que tenía entre las páginas una hoja mal doblada, la abrí.

Era una nota tuya con la tinta algo desgastada, observé detenidamente aquél: « te amo, me encanta estar contigo». Entonces, contemplé esas palabras en silencio y recordando al mismo tiempo todo, esos momentos que me sentía más que vivo a tu lado.

Fue cuando mi corazón lo sentí latir con más fuerza, mi pecho se compactó y sonreí.

Prendí el ordenador. Comencé a ejecutar los comandos para entrar a la carpeta "mis imágenes" y en el álbum "escuela." Se encontraba entre las treinta y dos fotos una carpeta con tu nombre. Tú. Tus fotos... nuestra fotos. Maldita sea, te extraño.

Pasó poco a poco esa pesadez y tal como desdoblé la hoja la volví a doblar, como si nada hubiera pasado, como si todo pasó desapercibido, la volví a poner en la misma página, del mismo cuaderno; y ese mismo cuaderno lo reposé sobre el mismo estante de donde lo encontré.

Me estremecí tanto que olvidé por completo el poema que estaba buscando y me quedé trabado de nuevo entre tu recuerdo y mi presente.

Después, me recosté en mi cama viendo lo alto que estaba yo, del techo de mi habitación y me impactaron tus recuerdos como una bala perdida; comencé a pensar en tantas cosas que les había quitado el sentido desde que te fuiste.

Dejaron de sorprenderme los amaneceres, los crepúsculos, las noches estrelladas, la luna nueva o llena, viento, el mar, la tierra.

No sentía nada, no había un sentimiento hacía el festejo de un cumpleaños, me convertí en un huraño, sentía asco por las parejas que veía agarradas de la mano por el centro o en alguna plaza, envidia para ese hombre y esa mujer que se besaban, abrazaban, tocaban, exploraban; en el coche, en un parque, entre dos coches, detrás de un árbol o en la fila de atrás de un cine.

Despierta, ya... despierta, no sirve de nada que sigas torturándote así. Pero por alguna razón llegó a mí, la tuve cerca de mí, y fui feliz cuando estuvo junto a mí.

En ese momento, comprendí que de haber hecho un movimiento diferente en mi tiempo, en mi vida, de tener el poder de abrir otra puerta, agarrar otro camino, o tomado una decisión precipitada, tal vez, sólo tal vez, jamás nos hubiéramos conocido.

Pero al mismo tiempo parecía que cada obra, cada determinación, cada lugar, cada dictamen y cada atrevimiento me acercó un poco más a ti, a tal grado de conocer a fondo, vivir enamorados y sufrir de ausencia, esa fue la peor parte, porque aunque tus palabras se las haya llevado el viento, tus letras siguen pintadas en un papel arrugado y por consecuencia también están marcadas en mi alma.

Cuentos largos y cortos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora