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Muchas veces se preguntó el por qué ella.

¿Hizo algún mal? ¿En una vida pasada ofendió a los dioses? ¿Por qué estos se ensañan tanto con ella?

Desde que llegó por primera vez al ducado, su vida se había convertido en un infierno. Cuando vivía en las calles era una lucha constante por sobrevivir, teniendo que comer comida podrida si era necesario, con el único objetivo de poder llenar su estómago y poder tener, aunque fuera la mínima fuerza para poder luchar con las malas personas que tenían control en los barrios bajos. Cuando el duque la había encontrado, y le tendió la mano, con una promesa de una mejor vida, su mente infantil, cansada y ansiosa por afecto había aceptado sin miramiento.

Que estúpida.

Había abandonado un infierno, para entrar a otro, uno con comodidades, que engañaba a simple vista, pero era un infierno al final de cuentas. Bueno, al menos tenía una cama caliente, un techo sobre su cabeza y ropa que cubriera su cuerpo. En cierta forma, no era tan malo. Obviamente, si le quitamos los malos tratos y los castigos que le daban, solo por comportamiento "incorrecto".

¿Alguien se había tomado la molestia de escucharla?

Todos habían creído las versiones dichas por boca de los demás, pero nadie se había tomado la molestia de pregúntale su versión de los hechos. Para todo el mundo, es y siempre sería una perra loca, una bastarda recogida de las calles.

Tantas veces, tantas vidas, en las cuales había intentado cambiarlo. Pero nada servía. Cuando podía sumergirse en aquel sueño que había construido con esfuerzo, como si fuera una bofetada, Leila aparecía y le quitaba todo lo que alguna vez había amado.

¿Cuántos hijos había perdido? ¿15? ¿20?

Ya no los recordaba, sus rostros eran como una neblina espesa, y lo sabía, con el pasar del tiempo, su mente comenzaría a olvidar, como muchas veces ya había pasado. Su mente poco a poco comenzaba a romperse, solo era cuestión de tiempo para aquel título que le habían puesto; "Perro loco de Eckhart", tuviera toda la validez del mundo. Los únicos momentos de paz era cuando podía venir a aquel prado escondido en el bosque que estaba en los terrenos del ducado. Dónde podía recostarse en la hierba verde y joven, oliendo el aroma dulce de las flores silvestres.

Podía pensar con tranquilidad.

Habían pasado dos semanas desde que había regresado a esa vida. Se había mantenido en su habitación todo ese tiempo, su cuerpo ahora estaba más sano, ya que ahora podía comer una comida decente. Además, de que Emily había comenzado a comportarse como lo que era. Su dama de compañía. No sabía que había pasado, pero poco le importaba, ahora podia tener una estadía más tranquila en el ducado.

- Princesa.

Penélope abrió sus ojos, observando a Emily y a Sir Loyd, siendo este último quien la escoltaba. Aunque ella lo llamaría una sombra molesta. Todo el tiempo detrás de ella. No sabía si era para protegerla o vigilarla.

- ¿Qué sucede?

Penélope solo quería quedarse en aquel lugar y poder disfrutar de la soledad.

- El duque desea hablar con usted, dice que es de suma importancia.

Penélope frunció el ceño. El duque no la había hablado antes, sino hasta las fechas próximas a su fiesta de mayoría de edad.

- Está bien, vamos.

Penélope se puso de pie, caminando en silencio. Solo el sonido del crujir de la hierba se escuchaba. Una vez que llegó a las puertas de la oficina del duque, se quedó totalmente estática durante unos segundos, tomando un profundo suspiro, dio unos toques a la puerta, recibiendo la aprobación para entrar. Cuando Penélope entro, encontró al duque y a sus dos hijos, los cuales estaban sentados en el sofá de la oficina.

- ¿Me llamó, duque?

El mayor al escuchar el nombre por el que la menor se dirigió a él le hizo fruncir el ceño, pero no hizo comentario alguno.

- Toma asiento, Penélope. — la chica asintió, tomando lugar en el sofá frente a los dos bastardos de sus hermanastros. — En dos semanas será la fiesta de cumpleaños del segundo príncipe.

Penélope asintió, mientras fruncía el ceño.

¿Y eso que le importaba?

Ese príncipe de pacotilla podía morirse y poco le importaba. Después de todo, él y la perra de su madre se habían confabulando con Leila y la habían matado varias veces en vidas anteriores.

- Vendrá la modista para diseñar tu vestido para la fiesta, necesito que te comportes ese día.

- No sé para qué haces que vaya, Penélope solo deja en nombre de nuestra familia por los suelos con ese comportamiento tonto que tiene.

Penélope miró en silencio a Derrick.

- Derrick, tu hermana no ha hecho nada malo en estas dos semanas, ella merece salir y divertirse. No puede estar encerrada todo el tiempo.

Todos miraron al mayor, perdimos en sus pensamientos.

- Sin más, pueden retirarse todos, debo seguir con mi trabajo.

Los tres Eckhart se pusieron de pie, despidiéndose del mayor. Siendo Penélope rápida para poder desaparecer del lugar y no tener que darles tiempo a esos dos de que le lanzarán alguno de sus comentarios.

Hoy solo quería tener paz.

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