No era una mendiga, una bastarda huérfana que el duque había rescatado en los barrios bajos del imperio.
No.
Ella era la única hija de un gran ducado con mayor poder, del cual los Eckhart habrían soñado alguna vez.
Y no de cualquier familia, ellos...
Penelope se sentía un tanto inquieta. Habían pasado ya 3 días desde aquel baile. Y por alguna extraña razón, de sentía observada. Por ello había evitado el visitar el pueblo, ya que con cada paso que daba, era como si alguien la acompañara desde las sombras.
No sentía peligro, pero la hacía sentir extraña.
— Señorita.
Penelope miró a Emily, la cual tenía su mirada baja, evitando a toda costa el mirarla a los ojos.
— ¿Qué sucede? — dijo en un todo plano y monótono.
— El duque desea que baje a comer con ellos.
Penélope contuvo la maldición que quiso salir de sus labios.
Otro de los cambios, después del baile, es el hecho que el duque pedía que ella les acompañara en el comedor, para el desayuno, el almuerzo y la cena. Pero se había negado, diciendo que no se sentía bien, y prefería tomar sus alimentos en la privacidad de sus habitaciones.
Si bien, el duque no se volvió tan insistente, pedía al menos que comiera una comida con ellos.
¿Acaso eran idiotas?
El nivel de hipocresía y desfachatez era enorme.
— Señorita.
— Bien, bajaré. Busca algo para cambiarme. Solo quiero algo cómodo y sencillo.
Con eso dicho, Emily se puso manos a las obra. Tratando de no demorar con su labor. No quería ver la mirada molesta de la joven dama.
Cuando Penélope estuvo lista, bajó al comedor, dónde apenas los demás miembros de la familia estaba ocupando sus asientos.
— Penélope, hija que bueno que nos acompañes. — dijo el duque mientras le daba una pequeña sonrisa a la mejor, aunque está solo lo miró unos segundos sin expresión alguna.
— Duque, jóvenes maestros. — fue el saludo simple y frío que les dió antes de sentarse a una distancia prudente de los hombres Eckhart.
Duque al ver aquello se sintió incómodo. Ya que podía notar con más claridad la clara barrera y distancia que su hija menor estaba poniendo entre ella y ellos. Era como si ella deseara trazar una línea imaginaria y deslindarse de ellos para en un futuro poder irse. Y aquella hipotética partida la sentía cerca. Algo dentro suyo le decía que su miedo estaba más pronto a hacerse realidad.
— Penélope, ¿Qué haz hecho estos días? — preguntó el duque, tratando de sonar casual.
La joven miró al duque unos segundos, antes de tomar un sorbo de agua.
— Nada realmente, solo pasar el tiempo en mi habitación leyendo algún libro. Nada especial.
Aquella respuesta le hizo sentir incomodo al mayor.
— Penélope. — la volvió a llamar el mayor después de un rato de silencio, dónde solo se escuchaban los cubiertos. — Ese día en el baile, ¿Quien era el joven que bailó contigo?
Aquella pregunta hizo que Penélope frunciera el ceño. Aquella ocasión, después de bailar, huyó cuál cobarde. Se sentía nerviosa y ansiosa y alegó sentirse cansada para poder marcharse de manera rapida.
— Era el heredero del Gran Ducado Zetland.
— ¿Ya lo conocías? — preguntó Reynolds de manera brusca.
— No, fue la primera vez que lo veía o hablaba con él.
El duque no dijo más, pero el recuerdo de verlos bailar junto le daba un mal sabor de boca, y ni hablar de los otros dos. Sentía diversas emociones, que a su vez eran tan similares al recordar aquella imagen.
Algo dentro suyo les advertencia de algo, pero prefirieron hacer oidos sordos y no ponerle atención.
~•~
— Gran Duque. — la voz del emperador soba un tanto temblorosa.
Y no era para menos, estaba frente al gran duque de Zetland. Ese nombre era realmente el emperador sin corona de su imperio. Un ser cruel y sanguinario.
— Majestad, me alegra que pudiera dedicarme un poco de su preciado tiempo. — el tono burlón no pasó desapercibido para el principe heredero, que solo sonreía un tanto divertido, al ver las expresiones de su padre, madrastra y su estúpido medio hermano.
Sus caras de miedo eran dignas de un cuadro.
— Me dijo que era un asunto de suma importancia.
— Así es, es sabido que hace 14 años, mi hija menor fue secuestrada. — aquello llamó la atención del Callisto. — Y recientemente hemos dado con una pista de ella en su imperio.
El emperador sintió su cuerpo temblar ante la mirada de aquel hombre y ni hablar del heredero del mismo. Podía jurar que él y su hijo podrían llevarse de maravilla.
— ¿Cómo puede estar seguro que su hija está aquí? — cuestionó la reina, pero calló al sentir la mirada molesta del gran duque.
— Contestando la pregunta de la reina. — la menera en que mencionó el rango de la mujer fue demasiado burlona. — Debe saber que tanto mi esposa como yo poseemos magia, así como mis dos hijos las heredaron. Mi hijo confirmó a través de su magia la identidad de su hermana, mi hija menor.
— ¿Y puedo saber el nombre de la dama? — preguntó el emperador.
— Penélope Eckhart. A la cual todos estúpidamente llaman "Perro Loco".
El enojo era palpable en los ojos de ambos hambres. Y el emperador supo, que nada bueno se avecinaba.
Y Callisto, sentía aún más curiosidad por la joven dama.
Bueno, era hora que los Eckhart sufrieran un golpe a su estúpido orgullo.
¡Hola mi amores!
Les traje otro pequeño, y muy pequeño capitulo.
Espero y les guste. Otra cosa, les vengo a promocionar mi nueva novela, la cual está disponible en mi otro perfil.
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