rutina #3

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Lo sostuve por debajo de los brazos, y un hedor agrio a sudor me golpeó, de la forma mas cortes que encontre, doble mi cara a un costado evitando el olor. Lo levanté con esfuerzo y lo cargué como si fuera un saco de papas, llevándolo al interior de la casa mientras pataleaba y golpeaba con sus brazos delgados.

—¡S-suéltame, idiota! —protestó, retorciéndose. Sus movimientos eran más ruidosos que dañinos.

—Tranquilo —dije, dejándolo caer en el sofá. Emitió un gemido lastimero y se sentó, sus ojos mirándome con una mezcla de desafío y vulnerabilidad.

—Tu hermano me pidió que te cuidara —mi tono fue firme, casi cortante—. Él no fue amable conmigo y, sinceramente, no tengo por qué serlo contigo, especialmente si sigues siendo tan maleducado.

El joven tragó saliva y sus manos se movieron nerviosas, buscando un escape que no existía. El silencio se instaló entre nosotros, cargado de algo difícil de nombrar.

—Puedes irte si quieres, pero si te quedas, tendrás que adaptarte a mi rutina. Así son las cosas —dije, observando cómo la tensión en sus hombros aflojaba apenas, como si una cuerda invisible cediera.

Me giré para seguir hablando.

—En media hora desayuno...

Cuando volví la vista, vi que Daryl se había dormido, apoyado en sus manos delgadas. Suspiré, sintiendo un peso extraño en el pecho, y lo acomodé en el sofá, cubriéndolo con una frazada. Afuera, la luz del día comenzaba a suavizarse. Programé una alarma y me dejé caer en la cama, buscando un descanso que sabía que no encontraría del todo.

---

La paz fue efímera. Sentí un sacudón y una voz apagada que me sacó del sueño.

—Oye, te quedaste dormido.

Abrí los ojos y vi a Daryl parado a mi lado, la timidez empañando su expresión. El sol ya estaba alto, cortando el cielo.

—¿Qué hora es? —pregunté, deshaciéndome de la pereza y frotándome los ojos.

—Creo que las dos de la tarde.

El tiempo perdido me golpeó como un mazazo, y me levanté apresuradamente, consciente de que solo llevaba puestos mis boxers. La mirada de Daryl siguió mis movimientos, aunque trató de disimular, su ceño fruncido traicionaba su incomodidad.

Sin mediar palabra, agarré una toalla y me dirigí al baño. El agua fría me despejó momentáneamente, pero al salir, un estruendo familiar me hizo tensarme: las gallinas estaban alborotadas. Salí corriendo, apenas vestido, tropezando en mi camino al gallinero.

Dentro, el zorro de siempre me miraba desafiante, los ojos como carbones chispeantes. Sin dudar, me lancé sobre él, sujetándolo con fuerza. Su cuerpo temblaba, y de pronto soltó un sonido gutural, casi como una risa.

—¡Baja el arma, comisario! —grité con sarcasmo al ver al joven que me apuntaba, su arma temblando en sus manos.

—¿Se está riendo de mí? —murmuró Daryl, inseguro.

—Sí, probablemente —respondí, con la voz baja y calmada—. Baja el arma. Solo está buscando comida.

Las gallinas se agitaban alrededor, en una sinfonía de plumas y cacareos, mientras una, herida y agonizante, permanecía en el suelo, su plumaje manchado de rojo.

—¿Ves esa gallina? —le indiqué—. Sáquela y mátala. No va a sobrevivir.

Daryl vaciló, pero finalmente obedeció, agarrando al animal con manos temblorosas.

—Trátala con respeto —le advertí, conteniendo el aliento mientras el zorro me miraba con ojos negros e inquisitivos. El disparo resonó en el aire, y el aleteo desesperado de las aves lo siguió como un eco. Salí del gallinero y solté al zorro, que huyó al bosque con la gallina en su hocico.

—¿Por qué hiciste eso? —Daryl me miraba, su voz quebrada de incredulidad.

—Porque esa gallina no se iba a salvar, y ese zorro la necesita más que nosotros.

Sus ojos bajaron y no dijo nada más. Observé cómo su figura se desvanecía en la casa, y con un suspiro, me dejé caer sobre la tierra húmeda del gallinero, mis manos temblando de agotamiento. Los ruidos de las gallinas revoloteando parecían lejanos. Sentí cómo el cansancio se derramaba de mis huesos y, sin quererlo, lágrimas se deslizaron por mis mejillas, trazando surcos en la suciedad de mi rostro. Estaba agotado, no solo físicamente, sino de una manera más profunda, como si el peso de los días se hubiera acumulado de golpe.

El ruido de algo cayendo me hizo volver en mí. Daryl había dejado caer un saco de maíz, y el grano se esparció por el suelo. Me miró, su gesto congelado entre la vergüenza y el miedo. Su mano tocó mi hombro, temblorosa, buscando una señal.

Me levanté, asintiendo lentamente para calmarlo.

—Tiré la comida... fue sin querer —murmuró, inclinándose para recoger los granos dispersos.

Quise decirle que no importaba, pero mi voz se quebró antes de salir. Lo miré en silencio, esa mirada extraña que decía más de lo que mis palabras podrían.

Abrí de par en par las puertas del granero, arrojando el maíz para las gallinas mientras el cansancio me pesaba como una losa. Sentí cada músculo protestar, cada pensamiento estrellarse en mi mente como olas furiosas. Cuando entré a la casa para beber un poco de agua, el olor rancio a sudor me golpeó de nuevo. Allí estaba Daryl, sentado, mirándome con esos ojos que no entendían pero que querían intentarlo.

Intenté preguntar si quería bañarse, pero las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta. Hice un gesto que él no captó.

—Bañarte —dije finalmente, rompiendo el silencio. Frunció el ceño y negó.

—No puedo.

El silencio volvió, y él se hundió en la silla con la resignación de alguien que ha perdido demasiado. Suspiré y tomé un cuaderno, escribiendo con una letra cansada:

Rutina
7:00 am – 9:00 am: Desayuno, lavar platos, lavar ropa y cuidar plantas.

9:00 am – 12:50 pm: Alimentar y dejar a los animales pastar.
1:00 pm: Almuerzo y limpieza.

2:00 pm – 5:00 pm: Cuidar animales, extraer leche y huevos.

5:00 pm – 6:00 pm: Retirar la ropa del tendedero, meter animales y cerrar el corral con la trampa de latas.

6:00 pm – 7:00 pm: Tiempo de entretenimiento.
7:00 pm – 8:00 pm: Cocinar y lavar platos.
9:00 pm – 10:00 pm: Baño y hora de dormir.

Empezamos mañana. —_____

Le extendí la nota, y Daryl la tomó con una mezcla de curiosidad y desconcierto. Toqué la última línea con el dedo.

—Rutina —moví mis labios sin emitir sonido.

Daryl asintió, su expresión cambiando por un momento antes de volver a ser indescifrable.

▶ 𝐎𝐮𝐫 𝐫𝐞𝐟𝐮𝐠𝐞. . .Donde viven las historias. Descúbrelo ahora