⠀⠀⠀⠀✩✩✩ | CHAPTER TWENTY-THREE

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Dick pasó largas semanas en su casa, con Jason haciendo prácticamente todo por él, aunque el menor quería disfrutar de su libertad del hospital y que se sentía mejor que nunca, o al menos en lo que recordaba de esos largos últimos años.

Seguía trabajando en su obra maestra, en ese poema, que debía ser tan genial que con solo leerlo no le dieran ganas de volver a escribir otro.

Cada tanto tenía que ir al hospital, le dieron algo de medicamentos que lo ayudaban a que el tratamiento hiciera más efecto, pero no se comparaba a lo que era la quimioterapia, podría decir que ya estaba muy insensible al respecto así que no sentía mucho.

Fueron tres meses en los que estuvo esperando y perfeccionando su poema, siguiendo el plan que tenía en su mente, había logrado escapar una tarde de la vigilancia y cuidados de Jason para comprar en una joyería lo que necesitaba para completar todo.

Le hicieron las últimas pruebas para ver su estado de salud.

Aunque se podía ver a simple vista, el color en su piel, el que había subido de peso, el cabello oscuro que llegaba hasta sus ojos, el que hacía meses que no tenía una hemorragia nasal, el rubor más rojo que antes, tenía más energía, sin duda estaba más vivo.

Estuvo varios días en el hospital, para las pruebas y los resultados.

Jason estaba más nervioso que él, con la mirada clavada en el suelo de la habitación, mientras movía su pierna con nervios, esperando la noticia que podría ser la última o podría hacer que comenzarán todo de nuevo, y Dick, sentado en la camilla lo miró con una sonrisa tonta, captando los ojos de Jason.

—Casi, casi... Pareces un gatito asustado.

—Soy un gatito aterrado.

Dick rió, tomó su mano y entrelazó sus dedos.

—¿Por qué tanto miedo?

Jason hizo varios gestos y masculló sonidos raros para no decir nada, haciendo que Dick riera un poco por aquello.

—Sólo... En serio no quiero que... Ya sabes, que te vayas —dijo, casi en un susurro.

Dick sabía cuáles eran sus miedos, así que solo asintió, con una pequeña sonrisa.

—Jason, yo no me iré nunca —dijo—. Porque hay una parte de mí que está contigo y que vive contigo —dejó su otra mano en el hombro del mayor—. Está en tu corazón y estaré allí todo lo que me permitas quedarme, nene.

>>Y quiero que seas feliz, porque si eres feliz yo también lo seré, y en tu corazón, donde aún viviré, lo sentiré también.

Pequeñas lágrimas se asomaban por los ojos del mayor, Dick dejó caricias en su mejilla y el mayor apretó su mano.

—Eres fuerte, más de lo crees, más de lo que aceptas ser, y la prueba de eso es todo por lo que has pasado, y has llegado hasta aquí, sólo queda seguir hasta los días mejores, porque habrá días fantásticos, y yo también los viviré contigo, porque te estaré acompañando, y cuando me recuerdes con una sonrisa, yo también voy a sonreír contigo, y también tienes que aceptar que no todo lo que vivimos juntos es triste para que llores.

>>Vale la pena sonreír.

Jason en verdad, sí estaba llorando.

—Oh, nene tonto —Dick lo abrazó y Jason escondió su rostro en su pecho—. Estará todo bien, bebé, lo prometo.

>>Te amo, amor, y eso no cambiará nunca.

Jason tembló en el abrazo.

—Dick... Ya me estás asustando de nuevo.

—Te estás asustando sólo, tonto —dijo Dick con una risa—. Necesitabas escucharlo... Yo estaré bien, ya verás, ¿Cuánto apostamos?

—Una verga apostamos, idiota —Jason estaba sensible y Dick se lo tomaba todo a juego, y él solo lloró más fuerte y lo abrazó por la cintura.

—Oh, es un buen trato.

—Salgo con un un tipo con ninfomanía... De puta madre.

—Se llama abstinencia, estúpido.

CHEMO ── JAYDICKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora