UNO

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Félix ha estado en la arena todo el día. Ningún alimento para comer. Ningún alimento durante días antes de esa fecha. Cuántos, él lo ha olvidado. Él está hambriento y quiere ser alimentado. Él se pregunta cuándo lo alimentarán y le permitirán regresar a su foso y a su suave y tranquilizante oscuridad.

El piso de la arena está sembrado de cadáveres. Su sangre se empapa en la arena. Los gritos de los Vigilantes suenan en sus oídos hasta que apenas es un murmullo de ruido.

Félix mira alrededor curiosamente, pero no hay nada para matar. Él ha matado todo. Esto es bueno porque nadie queda para atacarlo y es seguro alimentarse. Ahora todos sus oponentes son sólo carne.

Él hunde sus dientes en una pierna cercana, rasgando a través de ella con sus afilados dientes hasta que conecta con el hueso. Su fuerte mandíbula rompe el fémur con un satisfactorio "crunch". La sangre sigue corriendo en el cuerpo recién muerto y brota en un chorro satisfactorio. Es como tomar un bocado de una ciruela madura. La carne es firme y jugosa en su boca y él disfruta el simple placer. Él obtiene muy pocos.

Vorazmente, él toma un bocado y luego otro y otro y otro hasta que el cuerpo ha desaparecido. Los huesos se sienten pesados en su estómago, pero sigue estando hambriento. Parece que siempre está hambriento. Se traslada al siguiente cuerpo y hace lo mismo, triturando y eviscerando la carne caliente en sus dientes, royendo los huesos y, a veces, engulléndolos enteros.

Los Vigilantes se están volviendo locos alrededor de él. Su sed de sangre es alimentada por la mutilación de los muertos. Félix no se da cuenta, ni tampoco le importa. No mata por ellos. Sus razones son simples: mata porque él no desea ser asesinado y come porque no quiere morir. Él no tiene otra finalidad aparte de eso y él ciertamente no piensa demasiado acerca de lo que come. El muerto está muerto y la carne es carne.

Después de que el tercer cuerpo es devorado, la arena ruge y la piedra se desplaza para revelar una apertura de tono negro hacia la cual se mueve el enorme cuerpo de Félix. Él no va porque él es forzado, sino que porque es donde él prefiere estar. Su mundo consiste sólo en la arena y el foso. La arena es donde suceden cosas malas y la gente grita, pero es oscuro y tranquilo en el foso. El foso pertenece a Félix. Nunca nadie le molesta allí.

La piedra retrocede detrás de él y el silencio lo cubre como una lluvia limpiadora. Sus dorados ojos se adaptan rápidamente a la casi total oscuridad. Él está en el fondo de un profundo agujero redondo. Las paredes están hechas de piedra pulida y siempre parecen estar húmedas. Son demasiado resbaladizas para trepar. Él sabe que lo ha intentado, aunque él no recuerda cuándo. Parece un trabajo duro y ¿Cuál es el punto en intentar escapar de su casa? La lenta, aletargada mente de Félix no puede comprender lo que podría estar más allá del foso. Lo supo una vez... pero él ya no puede recordarlo.

Prisionero || Riverducción|| AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora