CUATRO

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Félix no es una criatura acostumbrada a moverse rápidamente

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Félix no es una criatura acostumbrada a moverse rápidamente. Cuando uno es de tales dimensiones, tiene que haber una muy, muy buena razón para correr. Félix nunca ha tenido una causa antes.

Ahora la tiene.

En el momento en que Félix advierte que la pequeña cosa está en la arena, el resto de los raptors lo hacen también. Ellos se lanzan hacia adelante al mismo tiempo que Félix. Él apenas alcanza la pequeña cosa a tiempo, zambulléndose y recogiéndola en su poderosa mano, curvando su brazo y hombros alrededor de él para protegerla.

El movimiento de avance de su gran cuerpo es imparable y golpea el gran muro de piedra con un repugnante crujido, soportando la carga del golpe con su hombro. Él hace estallar la articulación en su lugar con un tirón, justo cuando los raptors se arremolinan sobre su cuerpo caído, chillando y mordiendo y desgarrando su carne.

Él se para con un gruñido pesado, balanceándose en sus pies.

Todos ellos están sobre él, aferrándose a sus brazos y pecho y espalda con sus afilados dientes. Él no tiene manera de defenderse a sí mismo. Ambas manos están ocupadas cubriendo la pequeña cosa. Grandes como lo son, una mano dejaría una parte expuesta a algunas de las voraces bocas de los raptors, así que tiene que usar dos, envolviendo ambas protectoramente alrededor de esa suave y delicada piel.

La única cosa que puede hacer es azotar su cuerpo reiteradamente contra la pared, aplastando a los raptors con la espalda y los costados, comprimiendo sus piernas contra la dura piedra para destruir los cuerpos rojos escamosos. Es como estar de pie en una cama de hormigas de fuego; no importa cuántas se sacude y aplasta, más vienen en enjambres.

Pero, mientras los mira, por primera vez se da cuenta de cómo se mueven extrañamente... y por primera vez puede verlas cuerdas detrás de las marionetas. Los raptors están vivos pero su vida proviene de otra fuente. Ahora puede ver las costuras de las muñecas y las mágicas puntadas manteniéndolos juntos. Él puede ver la arena que crea sus cuerpos y el encantamiento que da el suelo de color y vida y movimiento y el impulso de comer. Pero no para matar.

Félix se da cuenta de repente de que matarlo nunca ha sido parte del juego. Quien quiera que sea el marionetista, no tiene ninguna intención de matar a Félix y nunca la ha tenido, sólo lo mantiene débil y desorientado y herido para que así poder continuar succionando su fuerza como un succubus sediento desangre. Pero las criaturas no vacilarán en matar a la pequeña cosa si reciben la mitad de una oportunidad, y eso Félix no lo permitirá.

Su mandíbula firme con determinación y un destello de inteligencia chispea en sus ojos dorados.

Repentinamente, los dientes de los raptors se cierran contralas escamas duras. Sus mandíbulas rompen mientras tratan de morder su carne suave y súbitamente no encuentran nada. Su cuerpo está cubierto por escamas negras instantáneamente tan maleables como la piel, pero tan duras como el diamante. Impenetrable.

Prisionero || Riverducción|| AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora