ii. frei malthus

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—mararía
( FREI MALTHUS. )

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     En lo que parecía ser un anochecer cualquiera, Belo Horizonte había apadrinado un suceso que cambiaría el rumbo de dos vidas para siempre. Una presencia pura caminaba con la clara capucha del hábito puesta, cubriendo su rostro en un intento de conseguir un viaje de ida tranquilo a su antiguo hogar, suponiendo que su única compañía serían las sombras que Dios colocará en su camino.

     El humo característico de la estación de tren llenó sus fosas nasales y le provocó un cosquilleo que lo llevó a sobarse la nariz, deteniéndose momentáneamente. Su pecho se alzaba, carente de aire limpio para poder acabar con aquella extraña picazón que le provocó un par de estornudos. Sólo podía pensar en lo que diría a la gente si reconocían a un Santo como él sucumbiendo ante una alergia tan extraña como aquella.

    Sería cuestión de tiempo para que alguien lo suficientemente distraído chocará con él, puesto que se encontraba en medio del camino al andén y varias personas pasaban apresuradas por su lado, sin mirarlo.

     Y así fue.

     Una maleta cayó al suelo con un estruendo que fue acallado por el sonido aún más fuerte del silbato de un tren que partía, cosa que lo aturdió. La persona que se había chocado con él no se giró a pedir disculpas, ni mucho menos a mirarlo, cosa que lo ofendió ligeramente. En la oscuridad trató de discernir algún aspecto de aquella persona tan descortés que únicamente se concentró en recoger sus cosas rápidamente e irse, pero sólo logró distinguir un exótico olor a flores y salitre, divisando apenas el velo oscuro que le cubría el rostro. Fue tan solo cuando la brisa le golpeó que él pudo observar dos ojos delineados de negro y melancólicos. Sin quererlo, sus ojos bajaron a su cuerpo, su vestido se ceñía a sus afrodisíacas curvas; curvas que se quedaron grabadas a fuego en su memoria.

    Inmediatamente cerró los ojos tratando de borrar lo visto, de arrancar de su memoria el recuerdo febril de aquella muchacha. No le gustó lo que vio, ni tampoco la falta de respeto al no disculparse. Pero, lo que más le molestó, fue el disgusto repentino que reinó en él.

    Así que se giró él también, ignorando cualquier camino que fuera equívoco al de Dios.

(...)

   EL FRAILE MALTHUS era considerado por todos un santo, el hombre más limpio de pecado, el alma más pura de todo Brasil e incluso, para algunos, del mundo. Él era un Santo vivo, él era el ejemplo de todos sus hermanos del convento, él era el ahijado de Cristo, el orgullo de la Virgen. Su madre y el Padre Nelson desde que tiene uso de razón se lo habían dicho: él jamás fue un niño atolondrado, él creció libre de pecado, él siempre quiso ser lo que era, un hijo ejemplar de Dios. ¿Cómo podría contrariarlos? Ellos siempre tuvieron razón. Él amaba a Cristo, él se había casado con Dios, él soñaba con salir en las estampillas de la iglesia Católica, él había superado demasiadas pruebas como para detenerse ahora.

𝗠𝗔𝗥𝗔𝗥𝗜́𝗔 | fray malthusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora