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El suave susurro de los labios de ____ contra los míos encendía una chispa ardiente en lo más profundo de mi ser, una llama de pasión que amenazaba con consumirnos por completo. Nos encontrábamos en el refugio de una habitación apartada de la academia, nuestros cuerpos entrelazados en un abrazo apasionado mientras nos sumergíamos en el éxtasis del momento.
Cada roce, cada caricia era como una melodía exquisita, una sinfonía de sensaciones que inundaba mis sentidos y me dejaba sin aliento. Mis manos se deslizaban por su espalda con una urgencia desesperada, mientras las suyas se aferraban a mi cabello con una firmeza casi dolorosa, como si temiera que este momento fuera solo un sueño del que despertaría en cualquier momento.
El sabor de sus labios era embriagador, una mezcla irresistible de dulzura y pasión que me dejaba anhelando más. Nos movíamos juntos en un baile frenético de deseo y desesperación, cada beso era un susurro silencioso de nuestro deseo mutuo.
Pero incluso en medio del torbellino de sensaciones, mi mente no podía evitar divagar, trayendo recuerdos de cómo llegamos a este punto. Fue un camino lleno de momentos fugaces y encuentros fortuitos, una serie de coincidencias y elecciones que nos llevaron a este momento de éxtasis compartido.
Recordé cómo ____ había comenzado a pasar más tiempo con nosotros, cómo sus risas se habían mezclado con las mías y sus sonrisas se habían vuelto un rayo de luz en mi vida. Al principio, era solo una amiga más, alguien con quien podía contar entre mis compañeros de estudios y compañeros de travesuras.
Pero poco a poco, algo cambió entre nosotros. Fue como si el aire se cargara con electricidad cada vez que estábamos cerca, como si el universo estuviera conspirando para acercarnos el uno al otro en cada momento. Y cuando finalmente sucumbimos al magnetismo de nuestra atracción mutua, no hubo duda en nuestras mentes de que este era el destino que estábamos destinados a seguir juntos.
Y ahora, aquí estábamos, perdiéndonos en el abrazo apasionado del otro, entregándonos completamente al fuego ardiente de nuestro deseo compartido. Pero incluso en medio del torbellino de sensaciones, una pregunta persistía en mi mente: ¿qué significaba este momento para nosotros, y qué nos deparaba el futuro que nos esperaba más allá de estas cuatro paredes?
Mientras me sumergía en los labios ardientes de ____, un eco distante de una conversación pasada resonó en mi mente, interrumpiendo brevemente el frenesí de nuestro beso apasionado. Recordé la voz tranquila de Dot, hablándome con una franqueza que siempre había admirado pero a veces encontraba desconcertante.
"Le gustas a Lemon", dijo, como si fuera una observación casual, una simple afirmación de un hecho conocido por todos. Para mí, era solo eso: un hecho. No me importaba mucho si a alguien le gustaba o no, siempre y cuando respetaran los límites de los demás.
Pero entonces, las palabras de Dot tomaron un giro inesperado. "Y a mí me gusta ____", dijo con una seriedad que me sorprendió. En ese momento, sentí como si el mundo se detuviera, como si una pieza crucial del rompecabezas se hubiera deslizado en su lugar, revelando una imagen que no había visto antes.