Capítulo 6

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Yang He no le mintió a Ji Yao, aun si sus visitas no eran frecuentes, en algunas ocasiones iba cuando no había nadie más. Durante ese tiempo, Ji Yao siempre se comportó como un niño bueno, temeroso y tímido. Además, solo un gesto pequeño de dulzura parecía hacerlo brillar de alegría, mostrándose sonriente a Yang He.

Y Yang He devolvía el gesto.

Después de todo, en el palacio, una sonrisa podía ser un arma muy poderosa, incluso era capaz de convertirse en el mejor camuflaje para esconder una daga. Si bien Yang He detestaba sonreír y evitaba hacerlo cuando estaba solo, su imagen se vería afectada si mantenía la verdadera indiferencia en su rostro. De hecho, ya había sufrido las consecuencias de ello en el pasado.

No fue hasta que Yang He tomó el mando que los demás vieron su verdadero ser. Desde ese momento evitaron todo contacto visual con él, lo que hizo que Yang He disfrutara el poder y la dicha aún más.

Cuando renació, la antigua personalidad Yang He también regresó. Eso, hasta que encontró un nuevo interés: Ji Yao.

Al terminar de resolver unos asuntos del palacio, Yang He pasó por el ala médica y recordó las heridas en las manos del joven. Sabía que las temperaturas disminuirían en los próximos días, así que tomó una caja de ungüentos.

Aparte de Ji Yao y su madre, en el jardín Jingxin vivían una señora mayor y dos toscas sirvientas del palacio. Sin embargo, en las noches, todos los sirvientes se iban a dormir, sin importarles lo más mínimo si el pequeño niño se encontraba bien. A pesar de ser un príncipe, los demás consideraban a Ji Yao un pájaro enjaulado. Y nadie sabía si algún día terminaría muerto. Además, las personas en el palacio solían idolatrar a aquellos en alta estima y despreciar a los de menor rango, por lo que no era sorpresa que nadie lo tomara en cuenta como su amo.

Para Yang He, esto era una ventaja, pues de esa forma podía escabullirse al jardín Jingxin.

Una lámpara iluminaba dentro del palacio, así que Ji Yao pudo notar de inmediato la caja de ungüentos en manos del eunuco. Al principio, el joven se sorprendió por unos momentos, mientras que sus ojos expresaron la profunda admiración hacia aquel hombre.

Si Yang He lo notó, no lo mostró, en lugar de eso decidió actuar con normalidad.

—Su Alteza, muéstreme sus manos.

Ji Yao asintió y estiró sus dedos, cada uno de ellos estaba enrojecido, hinchado y un poco áspero, lo que le daba un aspecto bastante lamentable.

—Aunque el congelamiento es difícil de curar, es algo con lo que se vive cada año —explicó Yang He con voz tenue. Sus palabras mantenían un ritmo suave y estable.

Solo al sentir los cálidos dedos de Yang He, como una flama sobre los suyos, Ji Yao se sintió conmovido. Al final, sonrió embelesado.

—No tema, le prometo que no dolerá.

Yang He se arrodilló sobre una pierna frente al menor, bajó la mirada y tomó un poco de ungüento antes de aplicarla de forma meticulosa sobre y entre los dedos del menor. De alguna forma, la manera en la que Yang He actuaba le recordaba a Ji Yao a una serpiente venenosa. Era como si una víbora mortífera, fría y delgada se enrollara lentamente entre sus dedos, siseando y serpenteando para ganarse la confianza de un niño.

Tan peligroso, pero fascinante.

Ji Yao parpadeo para luego observar a Yang He, tenía orejas pequeñas, además de un cuello delgado, níveo y frágil. Sin poderlo evitar, decidió llamarlo.

—Eunuco Yang.

Yang He alzó la vista.

—¿Acaso lo lastimé?

Ji Yao sonrió alegre a la par que movía sus dedos.

—No, en realidad fue muy gentil, no me dolió.

—Ah, entonces está bien.

Ji Yao se inclinó de forma infantil, olisqueando sus dedos que parecían tener la frescura y el calor de Yang He. Entrecerró sus ojos observando su mano, y sin poder resistir el impulso sacó la lengua para probarlo

—Su alteza, el ungüento es de aplicación externa, no puede comerlo.

Ji Yao resopló.

—Es que me gusta su sabor.

Yang He se rehusó a hacer algún comentario.

—El eunuco Yang es muy amable conmigo... —continuó Ji Yao, luego hizo una pausa sin despegar la vista del contrario—. Todos en el palacio me evitan... ¿Por qué usted no?

Pero la verdad era que Yang He nunca fue amable.

Ji Yao nació y se crio en el Palacio Frío, por lo que su intuición era más aguda que la de un animal salvaje. En su primer encuentro, fue capaz de percibir el peligro y en la segunda ocasión que se encontraron fue cuando Yang He mató a alguien.

El cuerpo del joven eunuco estuvo en el fondo del agua por varios días hasta que fue descubierto. Según parece, el tipo pertenecía a la oficina de asistentes del palacio. En la escena del crimen también se halló una placa de salida proveniente de la oficina de asuntos internos.

Los miembros de la oficina de asuntos internos solían salir del palacio para hacer recados, por lo que, cada persona portaba una placa de jade como identificación, también una placa extra, esta dependía de la zona del palacio en la que trabajaban. Por lo que ante tal descubrimiento, todos sospecharon que el culpable era un miembro de la oficina de asuntos internos.

El método de incriminar a otro era simple y cruel. Sin embargo, ambas oficinas tenían un historial de desacuerdos y, durante los últimos años, hubo discusiones tanto abiertas como secretas. De esa manera, más que encontrar la verdad, la situación se convirtió en una pelea entre las dos oficinas. Por lo tanto, La oficina de asistentes del palacio acusó a la oficina de asuntos internos de cometer asesinato, ellos contrarrestaron acusándolos de incriminar y difamar gente. Al final, esto no hizo más que avivar las llamas del odio y lograr que ambas partes pelearan ferozmente.

Después del incidente, Ji Yao se quedó en el Palacio Frío, escuchando los chismes y conjeturas de la anciana y las sirvientas del palacio, haciendo suposiciones de todo tipo.

Por su parte, había algo que Ji Yao no podía entender. Para empezar: ¿Por qué un hombre tan maquinador y siniestro sería amable con él?

Después de todo, no existía el bien sin motivo en este mundo, solo el mal sin motivo.

Así que era seguro que Yang He debía tener algún plan.

El problema era que no sabía cuál.

Finalmente, volvió al presente. Yang He lo miró y después de pensarlo unos momentos, respondió:

—Su Alteza es mi amo, por lo tanto, es mi deber como sirviente tratarlo bien.

En sus fríos pensamientos, Ji Yao sabía que era una mentira. Sin embargo, escuchar "Su Alteza es mi amo", por alguna razón, lo hizo sentir un cosquilleo en su corazón.

Entonces, siempre que fuera su amo... ¿Yang He lo trataría bien?

Ji Yao miró al contrario y sonrió resplandeciente, de una manera natural, íntima y auténtica.

—Como el eunuco Yang ha sido bueno conmigo y voy a recordarlo por siempre. Si en el futuro se da la ocasión, prometo que lo compensaré.

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⏰ Última actualización: Mar 23 ⏰

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【不想了】No volveré a extrañarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora