Capítulo 2: Esperanza

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Su nombre fue lo último que escuchó al caer al agua, seguramente había sido Brent al verla caer, sonaba como él, pero no quería pensar en eso. El mar parecía arrastrarla para adentro, como si algo la llevara hasta sus oscuras profundidades. No quería morir. Solo quería ser libre, como todos los demás, tener una familia, amigos, ser pirata...

Sí, por primera vez había pensado en qué quería hacer con su vida. Los piratas no eran como los marines, quería ser recordada por sus hazañas como pirata, como Gold D. Roger, no quería que lo único que se supiera de ella fuera que era una esclava o que murió a manos de William Woodgate.

Quería vengarse de William Woodgate....

Algo dentro de ella comenzó a arder, tal vez era ira, algo que no había sentido nunca, pero de repente se sentía poderosa, poderosa en un mar en el cual de seguro moriría, ironías del destino.

Y después, la oscuridad se apoderó de ella.

—¿Eso es una niña?—Escuchó en la lejanía.

—¡Dios mío!—Gritó una mujer—Hijo, adelántate y avisa al médico y al alcalde ¡Rápido!

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Cuando Lía despertó se vio rodeada de gente en una mullida cama individual de un lugar desconocido para ella, su primer impulso fue salir de allí, correr, pero un pinchazo en su cintura se lo impidió. Al tocar el lugar del pinchazo descubrió unos vendajes colocados en su abdomen, pero no recordaba como se había hecho la herida.

—Puede que ahora estés confusa, pero al parecer caíste de tu barco y te cortaste con algo bajo el agua, aparte de eso debido al frío del agua es posible que tengas un poco de hipotermia, así que si sientes escalofríos avísame ¿Está bien?—Dijo uno de los hombres que la rodeaban.

—¿Caer?—Se preguntó a sí misma.

Los recuerdos llegaron a ella como un vendaval, lo recordaba todo, la cruel muerte de la persona que veía casi como una madre, Cora, el ataque de su teniente, Brent intentando defenderla y su "caída" del barco. La habían tirado para que se ahogara, no había sido un accidente como pensaban esas personas que se aglomeraban a su alrededor. Había sido obra del teniente Woodgate, todo, absolutamente todo era culpa suya y de su retorcida mente.

Su cabeza dolía ante la información que se aglomeraba en ella y entre eso y el dolor que se agolpaba en su pecho, el malestar y la suma de emociones hicieron que las lágrimas cayeran sin control por su rostro.

—Ten cuidado, cualquier movimiento brusco puede hacer que se abra la herida y te dolerá mucho ¿Te duele ahora?

Ni siquiera contestó, solo lloró, lloró lo que no había llorado en ese barco del demonio, lloró por Cora, por estar sola, por sus heridas y por Brent, porque no sabía qué habría sido de él después de defenderla contra ese monstruo. Su mundo había sido destruido de tal manera que tenía miedo, miedo de todo y todos, no podía fiarse de nadie porque no sabía cuando la traicionarían como los tripulantes del barco que decían querer ayudarla pero no se lo pensaron dos veces cuando la tiraron por la borda. Se sentía vacía.

Cuando por fin se tranquilizó, un hombre con un gorro amarillo y una barbilla extraña que decía ser el alcalde comenzó a hacerle preguntas, preguntas que no sabía responder: "¿De dónde vienes?" "¿Y tus padres?" "¿Viajabas en algún barco?"

Típicas preguntas que un niño normal sabría responder sin dudar pero que ella no sabía si contestar o no, así que simplemente optó por lo fácil, hacerse la loca y no contestar a ninguna de las preguntas que hacía el hombre, cosa que sacó de quicio al pobre alcalde que pensaba que la muchacha era una niña mal educada por no responder a sus mayores.

El Loto azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora