Un hombre grande y corpulento de media edad y cabello blanquecino observaba con una sonrisa su siguiente destino. Su barco se dirigía a una pequeña isla, pero su creciente alegría no se debía a que por fin, después de días y días de ver solamente las oscuras aguas del mar, tenía delante su próximo objetivo, sino a que debido a su importancia, ese objetivo le costaría un ascenso ante sus superiores.
Un ruido de un golpe detrás de él en el barco lo hizo girarse para descubrir a un pequeño niño, con cadenas en los pies que rozaban el suelo marcando la madera de la que estaba formada la tarima. El pequeño muchacho, al intentar levantarse tropezaba con la larga cadena una y otra vez alterando la tranquilidad del hombre que a cada sonido se molestaba más.
—¡Mira bien lo que haces esclavo inútil!—Gritó uno de los hombres que permanecía detrás de él—Lo siento capitán, sé que no le gusta ver a esta escoria fuera de los calabozos, disculpe.
El hombre volvió a girarse sin prestar atención a su subordinado y al niño esclavo que se encontraba con él. Sí, durante toda su vida había sido traficante de esclavos y su puesto en la organización subiría como la espuma al realizar por fin el golpe de su carrera como esclavista.
La isla que se encontraba frente a él era un pequeño islote, alejado de la isla principal, que era el lugar donde en realidad vivía la gente, no era más que un pequeño templo lleno de sacerdotisas de un minúsculo grupo de seguidoras de un dios del cual ni siquiera sabía el nombre, pero había oído que en él se encontraban hermosas mujeres jóvenes listas para ser convertidas en prostitutas, según la persona que le había informado de la existencia de ese lugar, de buenísima calidad.
—¿Cuánto falta para llegar a la isla?—Preguntó a un hombre que se encontraba detrás de él.
El hombre no contestó, parecía vacío, sus ojos oscuros se mantenían casi sin pestañear y su cuerpo se encontraba en una posición tan rígida que sería casi imposible para el cuerpo humano soportarla durante mucho tiempo sin sentir molestias.
—Te he preguntado cuánto tiempo falta.
—Pocos minutos capitán...—Contestó con un tono profundo.
—No sabía la existencia de este templo—Dijo el capitán—Cuando mis superiores reciban el cargamento gracias a la información te recompensaré con creces chico. Te haré nadar en berries—Dijo con una gran sonrisa.
Pegó al muchacho de cabello y ojos oscuros dos golpes en la espalda, aunque éste ni siquiera se inmutó, cosa que extrañó al hombre que pensaba que había visto a ese chico más alegre otras veces, pero no importaba, pronto sería ascendido y dejaría esa perra vida en busca de esclavos para disfrutar él mismo del dinero y de los favores que las jóvenes esclavas le iban a proporcionar. Ni siquiera podía imaginar la magnitud del cambio que entrar en ese templo tendría en su vida, por ello no podía estar más eufórico.
—¡Soltad el ancla!—Gritó uno de sus subordinados cuando estuvieron lo bastante cerca de tierra.
Solo esas palabras ya habían provocado en él un revoloteo de nerviosismo en su estómago, antes de bajar ordenó a varios hombres que vigilaran a los esclavos que tenía en los calabozos quedándose en el barco, entre ellos el muchacho que le había dado la información, aunque él quería llevárselo consigo, después de todo había sido quien le había dado la información sobre esa isla y el tesoro que se encontraba en su interior, pero ante la insistencia del serio muchacho en quedarse en el interior del barco no pudo hacer otra cosa más que dejarlo allí e introducirse en el hermoso templo que veían sus ojos.
En cuanto los hombres se introdujeron en el templo, una sombra salió del cuerpo del muchacho de ojos oscuros captando la atención de los compañeros que se encontraban allí.
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El Loto azul
FanfictionEl mundo de la pequeña Lía se reducía a un barco de la marina en el que había vivido desde los 7 años como esclava de un corrupto teniente del gobierno que actuaba de traficante de esclavos a espaldas de la marina. A sus 10 años ocurrió un suceso qu...