El sonido ligero de las gotas chocando contra la ventana hizo que mis ojos se abrieran poco a poco observando el cielo nublado y las gotas deslizándose sobre el cristal de la ventana. Cerré con fuerza mis ojos intentando acostumbrarme a la luz y gire sobre mi propio cuerpo sintiendo la suavidad del colchón bajo mi peso, deslice mis manos sobre su suavidad y jadee al sentir ese aroma que reconocí enseguida y me levanté de golpe, sentándome en la cama y mirando todo a mi alrededor.
Esta no era mi habitación.
Observe la habitación en colores monocromáticos, grises, blancos y negros, mi ceño se frunció y un leve dolor en la cabeza me asaltó haciéndome jadear y llevé mi mano a mi cabeza, casi no recordaba mucho de lo que había sucedido más que sólo haber estado en la cena con Agustín mientras este me decía que no cancelaría nuestro compromiso por nada en el mundo.
Mire la camisa blanca que llevaba puesta, dos o tres tallas más que la mía, mis mejillas se sonrojaron fuertemente y jadee antes de ponerme de pie y asegurarme de que tenía la ropa interior puesta; el alma regresó a mi cuerpo cuando me di cuenta de que si la tenía y suspiré antes de sentir como me mareaba fuertemente y volví a caer sentado sobre el borde de la cama antes de mirar hacia el buró y ver las cosas que había ahí.
«Tómame» decía en un papel junto a un frasco de aspirinas y «Bébeme» al lado de un vaso de agua. El recuerdo fugaz de como nos conocimos llegó a mi mete y mi corazón latió con fuerza. Tomé el frasco y saqué una aspirina antes de llevarla a mi boca y luego beber el agua, suspiré y mi corazón se sobresaltó cuando el trueno en el cielo resonó y luego escuché la puerta abrirse, haciéndome jadear del susto cuando vi a una mujer en ella.
—Oh, lo siento, señorito Narvaja, creí que todavía estaba dormido y venía a levantar la ropa sucia que el señor Pardella me pidió lavar —la escuché decir y mis mejillas se sonrojaron.
—¿Mi ropa? —pregunté.
Ella asintió suavemente—. Sí, al parecer tuvo un pequeño incidente ayer después de que el señor lo acompañara hasta el dormitorio.
—¿Fue usted la que me cambio?
Asintió—. Si, no se preocupe —se rio suavemente y yo sonreí con vergüenza—. Soy Ana, la ama de llaves del señor Pardella.
La vi recoger mi ropa amontonada en una cesta y mi vergüenza incremento cuando vi la mancha de vomito sobre mi ropa. Aparte la mirada de la vergüenza y lleve mi mano a mi boca, muerto de la vergüenza, la vi echarla sobre una cesta blanca en un carrito y suspiré.
—¿Desea algo para desayunar? ¿Ó tomará el baño primero? —la escuché decir y mi ceño se frunció—. El señor Pardella ordenó ropa para usted, está en el baño por si desea cambiarse.
Asentí suavemente—. Lo haré yo, bajaré en cuanto esté listo y ya veremos.
—Como usted desee entonces —sonrió y salió de la habitación.
Me apresuré a ir hasta el baño y quitarme la camisa sintiendo el aroma de Agustín sobre mi cuerpo antes de entrar al cubículo de la ducha y meterme en ella para ducharme rápidamente. Salí envolviendo mi cuerpo en una toalla y rebusqué la ropa que Agustín había pedido para mi, observando la playera blanca con un estampado de girasoles y unos pantalones beiges, me lo coloqué todo y tomé la camisa beige que también estaba ahí usándola como chaqueta y unos converse de botillas blancos.
Algo muy casual y juvenil para mi gusto, o quizá era porque de esta forma lo había conocido lo que me hacía detestar este estilo.
Mi teléfono vibro en el mármol del lavamanos y lo mire.
ESTÁS LEYENDO
Un corazón en silencio (LIBRO #4)
FanfictionAU OMEGAVERSE Un playboy que no tiene más intenciones de retirarse de su mundo y seguir haciendo de las suyas, y un loco empedernido por lo romántico y fiel creyente del amor, podrían volverse un caos. Y Santiago y Agustín, no eran para nada la exc...