Capítulo 7: Decisión

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En medio de la densa niebla del sueño y la brisa tempestuosa que agitaba su mente, la determinación de Zephyr brillaba como una luz en la oscuridad. Cada latido de su corazón resonaba con una firmeza inquebrantable.

―¡Voy a detenerte! ―exclamó Zephyr con voz firme y decidida―. Matarlo no resolverá nada.

El Zar la miró con incredulidad, como si no pudiera entender por qué ella estaba allí en ese momento. Sus manos temblaban ligeramente, mostrando la lucha interna que estaba experimentando al enfrentarse a sus propias emociones y conflictos internos.

―¡Mamá el...! ―gritó el Zar, pero su comentario fue interrumpido 

―Hermano, ¿qué te sucede? ¡Yo no te he hecho nada!― añadió, el hombre de antes cambiando su apariencia para hablar como si fuera Emerick.

Zephyr se volvió sorprendida al notar la transformación del hombre frente a ella. En un instante, una certeza fulminante la invadió: aquel individuo era el diablillo, ese era su personaje

El Zar, ahora confundido y desconcertado por la repentina transformación, retrocedió unos pasos. Miró a su hermano con ojos llenos de confusión y desesperación.

―Lo siento... no sé qué me pasó ―murmuró con su voz temblorosa, mientras luchaba por comprender.

Con una mirada alerta, Zephyr observó cada movimiento de Emerick, sabiendo que su presencia podía cambiar drásticamente el rumbo de los acontecimientos. Estaba preparada para enfrentar cualquier truco.

―Tranquilízate, hermano. No hay necesidad de mortificarte―dijo el diablillo, extendiendo una mano en un gesto de paz.

El Zar respiró hondo, luchando por mantener a raya las emociones que amenazaban con desbordarse, mientras su mirada se clavaba en su hermano con indecisión. Sin embargo, Zephyr, se acercó, dejando que su mano se posara con suavidad sobre su hombro en un gesto de apoyo.

―Respira, Zar. Todo estará bien ―susurró Zephyr, tratando de infundir calma

El Zar se congeló de repente, y sus ojos se clavaron en ella con una intensidad penetrante, reflejando un destello de disgusto.

―No, tú no eres mi mamá ―dijo con seriedad

Zephyr sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al darse cuenta de que estaba en aprietos. Observó rápidamente al diablillo disfrazado de Emerick, cuya expresión de triunfo y determinación solo aumentó su temor.

―¡Es una impostora! ―exclamó 

Sin esperar respuesta, el diablillo se acercó y la agarró del brazo con fuerza, arrastrándola lejos del Zar.

―¡No lo escuches! ―gritó Zephyr, forcejeando

El Zar, confundido y enojado, observó la escena con intensidad. El peligro era inminente mientras Zephyr luchaba por liberarse y el diablillo la sujetaba con más fuerza, sin apartar la mirada del asignado.

―Odias las mentiras, ¿verdad? ―dijo con persuasión―. Ella no es mamá. Hay que eliminarla.

Zephyr, luchando por mantener la calma, buscó desesperadamente conectar con el Zar. Sin embargo, antes de que pudiera siquiera empezar, este la interrumpió con voz firme.

―Te pareces a ella, pero no eres mi madre ―dijo, concluyendo con un tono severo―. Haz lo que quieras.

El diablillo, al escuchar estas palabras, se regocijó y su expresión se tornó aún más perversa. Sin perder un segundo, sujetó a Zephyr del cuello con fuerza. En ese mismo instante, volvió a transformarse en el hombre que había aparecido al inicio.

Al volver a ver al hombre, el Zar fue invadido por un repentino pánico. No quería que lastimaran a la mujer. Instintivamente, trató de intervenir, extendiendo la mano hacia ellos, pero parecía que no lograba alcanzarlos.

―Siempre será tu culpa, hijo ―dijo con un tono mordaz―. Siempre la dejas en mis manos.

Al oír esas palabras, un nudo se formó en el estómago del Zar. Conocía la veracidad de esa acusación; su falta de acción había puesto en peligro a la mujer una vez más.

―No puedo... ―balbuceó con la voz entrecortada por la culpa.

El corazón de Zephyr dio un vuelco al darse cuenta de que aquel personaje encarnando, era el propio padre del Zar. La revelación la dejó aturdida, con una mezcla dolor.

 ―¡Suéltala! 

 El diablillo, sin embargo, no mostraba signos de ceder. Con una risa burlona, apretó aún más su agarre en el cuello de Zephyr, disfrutando del sufrimiento y la desesperación que había sembrado.

―Demasiado tarde. Ya has sellado su destino ―susurró el diablillo, y con un brillo, ambos seres salieron del sueño.

Una tenue luz del sol se filtraba por las cortinas entreabiertas de la habitación. Zephyr, con el corazón aún palpitante y el recuerdo fresco de la presión en su cuello, inhaló profundamente para intentar calmarse. Al girar la cabeza, se encontró con el diablillo, avivando su rabia interna.

―¡Maldito seas! ―exclamó con furia, golpeando el suelo.

Ya había descubierto la verdadera naturaleza del trauma del Zar. Pero lo peor era recordar por qué Haku estaba en el infierno. La crueldad, al manipular los miedos más profundos del líder del Bronx, la llenaba de indignación.

―Angelito, yo...―dijo Haku en voz de lamento.

―Ahorra tus disculpas ―respondió Zephyr con frialdad mientras se levantaba y volaba hacia el Zar, quien en ese momento se despertaba visiblemente afectado, con lágrimas en los ojos.

―Maldito sueño ―susurró con voz quebrada, las lágrimas aún ardiendo en sus ojos―. Pero... vi a mamá.


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