La Boda Del Norte Y El Sur

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- ¿No te enojarás porque tengo que ir al norte?

Aegon pone los ojos en blanco nada más escuchar la voz juguetona de su esposo que recuerda la vez en que volaron tratando de llegar a Winterfell y casi se congelan en White Harbour.

Finalmente cabalgaron hasta el ancestral hogar de los Stark y notaron perfectamente el hecho de que Cregan estaba totalmente al pendiente del príncipe Qyle y casi no tenía interés en hablar con Jace. En ese momento el omega rubio y embarazado adoró con todo su corazón al príncipe dorniense que capturaba toda la atención del alfa norteño.

Una cosa que sorprendió a todos los que se enteraban dónde había nacido el príncipe Qyle era que se había adaptado muy bien al frío, no parecía temblar como hoja como sucedía con Aegon ni necesitaba ropa de abrigo tras ropa de abrigo o muchas pieles en el lecho para poder siquiera sentirse cómodo.

Qyle vestía lo mínimo necesario, le gustaba salir a pasear en la nieve y practicaba para caminar sin terminar atascado como sucedió el día que conoció a Cregan. También había tomado interés por el cuidado de los caballos y hasta por la forma en que horneaban el pan. Era normal verlo por todo el castillo de Winterfell hasta que el señor de la Casa Stark lo buscaba y luego no se separaban más hasta que ambos se despedían para ir a descansar.

Fue aquella convivencia que fue presenciada por todos lo que hizo que no fuera una sorpresa el que Cregan invitara a quedarse por un tiempo más prolongado a Qyle y que este dijera que sí, que aceptaba encantado.

Ahora, estaban invitados a la boda del Norte y el Sur, Stark y Martell, porque el joven omega no volvió a su hogar en ningún momento hasta que se anunció el compromiso y la fecha de la boda. Ellos, en representación de la Reina, acudirían al evento, aunque para ello tendrían que dejar con su abuela al pequeñísimo bebé que había nacido de Aegon.

Aegon estaba completamente en desacuerdo de decirle que era pequeñísimo porque sintió que lo partía en dos al salir.

Se llamaba Rhaegon, en honor a su abuela la Reina y a Aegon, porque Jace dijo que su omega había hecho todo para darle un hermoso heredero. Ahora con casi un año podían dejarlo con seguridad, además de que era la luz de los ojos de la Reina y aun con sus padres presentes en la Fortaleza Roja, ella solía incluirlo en sus actividades del día cuando no tenían reuniones largas con sus múltiples consejeros.

Caminan tomados del brazo por los pasillos hasta encontrarse con las escaleras y bajar por ellas de forma majestuosa. Todos los que ven a la pareja aceptan que al estar juntos siempre parecen brillar con luz propia.

-Creo que Luke está embarazado.

-Estoy de acuerdo, se ha estado quejando mucho de Aemond en sus cartas – responde Aegon.

-Aemond le ha escrito a madre diciendo que hay cosas que le pide que no tiene idea de dónde encontrarlas.

-Esos se llaman antojos – se ríe el omega - ¿Te acuerdas cuando tuviste que volar del otro lado del mar porque yo quería pan relleno de mermelada?

Jacaerys recuerda aquello y le tiembla el parpado solo de pensarlo.

-Mermelada de sangre de caballo.

-Ay qué asco, ¿cómo me comí eso?

Llegan una vez más al foso de dragones, esperan por sus monturas y Jace percibe el que Aegon desea decir algo, pero no se atreve.

-Dilo – le pide y Aegon se aprieta las manos y se tira de los dedos.

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