CAPÍTULO 1. Luxación

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Suspiró con molestia cuando el tercer bache del camino lo hizo cabecear y despertar de su intento de descanso. Law abrió con fastidio los ojos y cambió su posición de brazos cruzados y espalda recta a recargar sus codos en sus piernas e inclinarse mirando el suelo, esperando que esa nueva posición ayude a su cansada y tensa espalda.

—Puedes recargarte en mi y descansar— habló una voz cansada a su lado y Law aún con la vista pegada al suelo solo negó con la cabeza —escuché que estuviste en una operación de casi diez horas.

Law sonrió con cansancio y miró a su lado donde se encontraba el hombre —Tumor hepático — explicó con sencillez, viendo al otro hacer una mueca de lado.

—Debieron ser 10 horas de diversión. Ahora entiendo por qué eres Trafalgar Law, "Cirujano de la muerte".

—¿Y qué me dices de tí?, Marco Phoenix, "el levanta muertos"— volvió a cambiar de posición y ahora volvía a tener su espada recta.

No siguieron con la conversación, y se tensaron al escuchar la radio de la ambulancia dónde viajaban hablar y sintonizarse con la frecuencia de las patrullas policiacas.

Accidente en la estación del centro, 3 vagones del metro colisionaron entre sí dejando muchas personas heridas. Hasta ahora se han reportado 20 muertos. Ya han llegado al lugar personal médico del hospital norte y este de Red Port, esperamos que llegue el personal médico de Flevance.

Law suspiró, el accidente había sido más grande de lo que pudo haber imaginado.

—3 vagones de tren, en la estación más concurrida de todas y en pleno lunes de actividades normales, deben haber cerca de 200 heridos— explicó para sí Marco, llevando una de sus manos a su rostro en un acto de preocupación.

—Tendremos mucho trabajo al llegar— contestó Law en un tono de fastidio.

Buscó entre los bolsillos de su bata blanca aquel frasco pequeño que llevaba a todos lados con él. Lo observó un poco notando que aún tenía la mitad del frasco lleno y dibujó una pequeña sonrisa en su rostro.

Con su otra mano buscó entre el material de la ambulancia una jeringa de un tamaño específico para la dosis que pensaba inyectar en su propio cuerpo, para cuando la encontró no dudó en llenarla por completo y comenzar a empujar el líquido en su vena cubital mediana.

Cuando terminó miró al hombre a su lado quien negó ante la invitación muda de una dosis de su estimulante personal.

—¿Qué es esta vez?— preguntó Marco, con un tono de desaprobación.

—Descuida, solo es Ritalin— contestó para guardar su frasco en uno de sus bolsillos.

—No deberías depender de esas sustancias — dijo en recriminación, ya habían tenido una conversación semejante, pero el hombre jamás se tomaba el atrevimiento de detenerlo.

—No dependo, pero hoy estuve en el quirófano 10 horas y necesito algo más que cafeína para salvar vidas— habló con sarcasmo y burla, haciendo gruñir al otro hombre.

Al llegar al lugar y bajar de la ambulancia notaron la gravedad de la situación. El lugar no se cabía de vehículos de bomberos, rescatistas, ambulancias y patrullas. Gente corría hacia todas direcciones y se ocupaban con cada persona que era sacada con éxito. Ambos doctores suspiraron con agobio, como si eso les diera fuerza para comenzar a trabajar.

—Creo que necesitaré esa dosis más tarde— dijo Marco en un susurro para ambos a lo que Law le tendió el frasco disimuladamente.

Ambos se separaron y Law caminó con calma a una de las tantas carpas que habían instalado como consultorios improvisados. Se entretuvo tratando heridas menores como cortes, quemaduras o huesos dislocados ya que los heridos de gravedad eran trasladados a los hospitales. Para cuando se dió cuenta ya casi caía la noche, poniendo al equipo de bomberos y rescatistas nerviosos por la falta de luz.

Law hasta entonces se permitió descansar un poco de su deber y se acercó al lugar del accidente, notando el desastre de vidrios y pedazos de metal esparcidos por todo el lugar.

—¡Te digo que no lo necesito!, ¡Estoy bien y puedo ayudar a más personas!

Aquella conversación atrajo la atención de Law y se encontró con un médico, que por la actitud nerviosa y la apariencia física debía ser su primer día de trabajo, y un hombre furioso de cabellera rojo sangre y una vestimenta gótica. Law se forzó a acercarse a la escena, ayudando al inexperto chico que no dejaba de balbucear nerviosamente.

Al estar cerca notó como el hombre movía con molestia su hombro derecho, y a pesar de su actitud agresiva y desinteresada era obvio que estaba pasando dolor.

—Serás más un estorbo si no atiendes tu brazo derecho— habló con autoridad Law, tratando de lucirse frente al nuevo médico que ahora lo veía agradecido —seguramente estaba dislocado tu hombro y por tu cuenta creíste que lo colocaste de nueva cuenta en su lugar, pero no ha desaparecido el dolor desde hace horas, ¿cierto?

Law había tratado a muchas personas en su carrera como doctor, pero nadie lo había mirado tan intensamente como aquel pelirrojo, lo único que notaba en esos ojos color ámbar era una fiereza y promesa de arrancarle la cabeza una vez estuviera bien su brazo. Algo en Law rugió de emoción por semejante mirada.

—Tendré que volver a dislocar tu hombro y acomodarlo en el sitio correcto— explicó cuando llegó a su lado y lo obligaba a sentarse.

—¿Crees que puedas?— habló venenosamente el pelirrojo, haciendo que Law ladeara su cabeza sin entender —digo, eres tan poca cosa que no creo que puedas romperme ni un dedo.

El hombre sonrió con sorna ante la mordaz afirmación y Law se molestó. Si, el pelirrojo era un tipo de casi dos metros que le sacaba casi una cabeza de altura, tenía un cuerpo entero de músculos entrenados y una actitud del demonio, pero Law no iba a permitir que lo creyeran poca cosa.

Sonrió de forma maquiavélica y aplicó la necesaria fuerza en la zona requerida hasta escuchar el crujir de los huesos.

—¡Hijo de perra!— la exclamación de dolor del otro lo hizo sonreír aún más.

—Ahora lo tengo que acomodar— avisó, esperando unos segundos para que el hombre pudiera mentalizarse a sentir de nueva cuenta ese nivel de dolor.

Cuando obtuvo aprobación en la mirada del otro aplicó fuerza acomodando dónde debía el hombro, escuchando el grito ahogado de dolor. Ese hombre, tan rudo y molestó le parecía atractivo: su afilada mirada cubierta por traicioneras lágrimas y su respirar rápido dónde soltaba suspiros de dolor hicieron que Law mordiera su labio.

Oh... mierda... quería un beso de esa sensual y mordaz boca.

Se inclinó lo suficiente y plantó el necesitado beso, saboreando los repetidos jadeos que soltaba y disfrutó que el pelirrojo atrapara su cintura con su brazo libre y lo obligara a acercarse a él.

—¿Y eso por qué?— demandó respuesta el hombre, aunque aún seguía aferrado a su cintura.

—Sé bueno y déjate el cabestrillo por lo menos dos semanas— dijo colocándoselo como si no hubiera dejado su tarea de médico en ningún momento —y trata de no forzarlo, si sientes dolor ve al médico a qué te recete analgésicos.

Una vez terminada su tarea se alejó unos pasos del hombre con intención de atender a más personas, aunque la voz del pelirrojo lo hiciera detenerse.

—Eusstas Kid— se presentó.

Law sonrió con burla, solo asintió con la cabeza y se alejó del hombre sin detenerse a presentarse de vuelta.








C E D E R . E L . C O N T R O L

K I D L A W

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☼   A N N S O W I 80   ☼

CEDER EL CONTROL -KIDLAW-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora