¿Cómo se conocieron?

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— ¡Despierta Carlos, es su hora de baño!

El sonido de las caricaturas interrumpió su letargo, abrió lentamente los ojos frotando con cuidado para acostumbrarse a la luz que proyecta la televisión, detesta que su hija vea ése tipo de programas tan coloridos que no la dejan dormir a causa de la sobre estimulación, pero ella los ama, y como sospechó, está entretenida viendo la televisión, así que tomó el control remoto y la apagó de forma tajante para levantarse del sofá.

— ¡Papi!.— Reprocha la pequeña, viéndolo con confusión.

— Debes ir a la ducha.— Dijo demandante levantando algunos platos sucios de la mesa.

— ¡Quiero seguir viendo!.— Su tono se volvió más agudo de lo normal.

— Ayer no te bañaste porque querías seguir viendo. ¿Hoy va a ser lo mismo?.— Dice con indiferencia mientras frota su sien.

— ¡Si!.— Frunce el ceño evidentemente molesta.

— No creo, ya vamos, el agua está caliente.— Camina hacia ella ofreciendo su mano expectante.

La pequeña no la tomó a la primera, lo vio de reojo y de mala gana le dio la mano.

— Así no vamos a llegar nuuunca a la ducha.— Dice cansado de seguir aguantando el berrinche de la pequeña.

— ¡Déjame!.— Chilla la niña molesta, de verdad no quiere subir la escalera.

Vamos Chiara, no te enojes con papá.

¿Eso quieres? ¡Te vas a quedar ahí hasta el amanecer!.— Sube sin mirar atrás.— El monstruo debajo de tu cama se enojará y vendrá acá abajo a buscarte.— Gritó ya en el descanso al final de la escalera.

La pequeña lloró espantada levantando sus brazos para ser cargada, su papá estaba muy lejos, aún así ella lo sentía demasiado cerca, o eso pensaba.

Carlos, no seas duro con tu hija ¡Eres un idiota!.

El trigueño miró hacia abajo y ahí estaba Chiara, llorando y pidiendo ser cargada, su corazón se hizo pequeño, de inmediato bajó corriendo y la cargó en sus brazos, llenando el ambiente de feromonas que la puedan relajar.

— ¿Vas a ducharte?.— Preguntó esta vez de forma dulce acariciando sus mechones ondulados. Ella asintió mientras siente unas frías manos secar sus lágrimas.

Las risas aniñadas resuenan en el baño, su dulce voz hace eco en cada rincón llenando de vida la casa.

— ¡Papá, cuéntame de nuevo sobre mi papi Charles!.— Dice en un grito tomando al alfa de los cachetes.

¡No, por favor, ya no me torturen!.— Charles está recargado en el marco de la puerta tapando sus oídos.

Bien, pero siéntate.— Hace caso y el alfa comienza a enjuagar el shampoo de su cabello.— Después irás a dormir. ¿Si?.

«💭☁️»


En la bulliciosa universidad, entre grupos de estudiantes y risas resonantes, había un chico de veinte años que parecía existir en su propio mundo.

Era nuevo en el campus y no tenía muchos amigos, pero eso no parecía preocuparle. Al contrario, prefería la compañía de los libros y la tranquilidad que encontraba debajo del único árbol vivo en todo el instituto. Ahí, entre páginas y la sombra reconfortante, pasaba sus mañanas y tardes, ajeno a las miradas curiosas y los murmullos a su alrededor.

A pesar de ser uno de los omegas más irresistibles de la universidad, no se dejaba seducir por los intentos de cortejo de los estúpidos alfas calenturientos. Su agresividad ahuyentaba a cualquiera que se acercara demasiado, dejando a muchos preguntándose sobre el enigma que era aquel chico solitario.

GHOST | CharlosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora