¿Reemplazo?

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El jardín se transformó en un paraíso de tonos rosados y morados, con adornos brillantes y juegos. Chiara, radiante de alegría, corría de un lado a otro, con los ojos brillantes de emoción mientras sus amigos la rodeaban con regalos y abrazos cálidos.

Lando, con su dedicación y cuidado meticuloso, había convertido el jardín en un lugar mágico donde los sueños de Chiara se hacían realidad. Los juegos, las pinturas y el entretenimiento abundaban, creando un ambiente de pura felicidad.

Cuando Carlos llegó después de su trabajo, llevaba consigo un enorme pastel decorado con su caricatura favorita y cinco velas mágicas que brillaban con una luz suave. Una lágrima amenazaba con deslizarse por su rostro al ver la expresión de pura felicidad en el rostro de su pequeña cachorra.

Chiara estaba riendo a carcajadas, rodeada de Lando y sus pequeños amigos, disfrutando de cada momento de su día especial. Carlos observaba con ternura cómo Lando se esforzaba por hacer que Chiara se sintiera amada y feliz, y en ese momento, una sensación de gratitud y admiración llenaba su corazón.

Su alfa interior se agitaba, atrapado por el dulce aroma del omega de Lando y la calidez de su presencia. Carlos sintió el impulso de acercarse, de agradecerle por todo lo que había hecho por ella y por su familia. Cuando lo hizo, recibió un fuerte abrazo de su pequeña y un beso cariñoso en la mejilla por parte de Lando, y en ese gesto, Carlos encontró un sentido de comunidad y amor que lo llenó de felicidad y gratitud.

— ¡Papi!.— La cachorra abrazó con fuerza la pierna del alfa, quien de inmediato se puso a su altura dando un fuerte abrazo.

— Feliz cumpleaños, princesa.— Le extiende una bolsa de regalo, Chiara se asombró y corrió en dirección a la casa para abrirlo llena de emoción.

— Agradezco todo esto Lando, nunca la había visto tan feliz como hoy.— Dice con la voz entrecortada, Lando rápidamente se acerca y le ofrece un abrazo, tan cálido que el alfa de Carlos comienza a ronronear.

Chiara se puso los zapatos que su papá le regaló, está encantada. No deja de mirarlos y aplaudir, tiene tantos dibujos que le gustan.

¡Son hermosos! Bien bebé, no camines hasta que venga tu papá.

Chiara deja de apreciarlos y duda en cómo hacerle un nudo a las tiras que cuelgan, quiere ir a enseñarle a su papá.

Con cuidado ¡Chiara!.— Charles la mira con pánico.

La pequeña se pone de pie y corre directo a la salida, cosa que no logró debido a que sus pies se enredaron con las agujetas, cayó fuertemente logrando llorar con todas las fuerzas de sus pulmones.

— ¡Mamá!.— Grita desconsolada y en agonía aún en el pulcro suelo de su casa.— ¡Mamá!

Charles recorre toda la casa para llegar a su hija, pero el otro omega ya está consolando su tristeza, su corazón se rompió y su lobo rasgó su pecho lastimándolo.

— ¿Estás bien, cielo?.— Lando la levanta en brazos, arrullando su cuerpo para calmarla, trata de soltar un aroma dulce a pesar de su preocupación.

— S-si, estoy bien mamá.— Entre sollozos frota sus ojos para dejar de llorar. Carlos y Lando se quedaron viendo sorprendidos. El alfa siente una mezcla de emociones y trata de ocultar su expresión.

— ¿A quién estás llamando mamá?.— Pregunta con gentileza mirando a la cachorra.

Chiara mira confundida a su papá antes de señalar a Lando con una sonrisa inocente.

— ¡A Lando, papá!.— Se aferra emocionada al omega, quien se sintió conmovido, su aroma se volvió más dulce de lo normal y suspiró con felicidad y alivio. Su lobo interior lo estaba matando al intentar sacar su instinto materno con la pequeña, pero la lucha terminó en cuánto en sus oídos retumbaron aquellas palabras mágicas.

Carlos sonrió ocultando sus ojos brillantes e intentando tragar el nudo en su garganta, escuchar a Chiara decir mamá fue algo inesperado.

Desde su perspectiva eterea, Charles observa con una mezcla de amor y dolor la escena frente a él. Su corazón se rompe al ver a Chiara formar un vínculo tan profundo con Lando, el omega que ahora ocupa su lugar en la vida de su familia.

El eco de su antiguo ser, el omega que una vez fue parte de él, aulla con desesperación y dolor ante la imagen de su cachorra reconociendo a otro como una figura maternal. Charles lucha internamente, debatiéndose entre el deseo de retirarse y permitir que encuentren la felicidad juntos, y la necesidad instintiva de proteger y reclamar lo que una vez fue suyo.

Mientras su lobo omega se aferra al vínculo compartido con el lobo de Carlos, Charles siente la agonía de una conexión que ya no puede ser física. Recuerda los momentos compartidos con Chiara, los abrazos, las risas, y se pregunta si alguna vez será capaz de encontrar la paz en el más allá mientras su alma sigue atada.

Con el corazón roto pero con un atisbo de resignación, se aleja lentamente de la escena, permitiendo que Chiara y Carlos continúen su camino hacia la felicidad, incluso si eso significa que él ya no forma parte de él.

GHOST | CharlosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora