Capítulo 9: Te quiero

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El día pasó a cuentagotas.

El reloj del sector financiero marcaba las nueve de la noche. No quedaban muchos trabajadores en la inmobiliaria, la mayoría ya se había ido a sus casas, pero Seonghwa no era uno de ellos.

El azabache suspiró, algo común en él, y se echó hacia atrás en su silla giratoria. Luego cerró los ojos para descansar. Aquel balance mensual lograba distraerlo del lío en su cabeza, pero no lo suficiente.

Resignado, ya que no había más trabajo que hacer, apagó la computadora y se dedicó a guardar sus cosas. En el silencio del lugar, su mente hacía ruido. Mucho ruido.

Cuando terminó de acomodar todo, se puso la mochila al hombro y apagó las luces decorativas que tenía en su escritorio, esas que le había regalado el chico en el que no dejaba de pensar.

Seonghwa se levantó de allí dispuesto a abandonar la empresa, pero chocó de frente con alguien tras solo salir del cubículo.

—Oye, ten más... —se iba a quejar por la torpeza del desconocido. Sin embargo, solo pudo tragar saliva al visualizar a la persona menos esperada en ese momento.

Era Yeosang. A juzgar por su expresión, el pelirosado lucía nervioso. Como si no estuviera seguro de sí estar ahí o no.

—Hola —dijo con timidez.

—Hola —respondió el azabache.

Silencio.

Allí, parados frente a frente en la penumbra del sector financiero de la empresa, parecían dos niños asustados. Ninguno sabía que decir, y aunque Yeosang había preparado un discurso en su cabeza antes de aparecer por el trabajo de su amante, fue como si en ese momento hubiera olvidado todo.

—¿Ocurrió algo —Seonghwa se animó a preguntar.

Yeosang lo miró tan intensamente, que el pelinegro solo pudo agachar la mirada.

—Dímelo tú.

Park no respondió. Sabía que se refería al mensaje de la noche anterior, o tal vez a la situación entera que los envolvía últimamente. Podía referirse a muchas cosas, pero en cualquier escenario, la culpa era propia.

—No quise enviarte eso —dijo sin pensar. Lo cierto es que sí quería—. Estaba ebrio, lo siento.

Tal vez, si Seonghwa hubiera sabido que tendría que presenciar como el rostro del pelirosado se sumía en completo dolor, no habría dicho esas palabras. El solo ver la decepción en sus ojos y su esfuerzo por no llorar, le rompió el corazón.

—Oh —su voz tampoco se alejaba de la pena. Estaba a punto de quebrarse—. Lo siento, yo... Vine aquí impulsivamente.

—Puedes quedarte si quieres, yo...

—No, Seonghwa —le cortó con firmeza—. No quiero quedarme.

Y Seonghwa supo que el bailarín no se refería solo a ese momento.

—Yeosang, déjame explicarte... —intentó acercarse a él pero el pelirosado retrocedió.

—Solo... Olvídalo. Estoy cansado de ti —lo juzgó con la mirada—. Sigues actuando como un cobarde. Ni siquiera puedes mirarme a los ojos.

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