Cada vez que me acerco al edificio siento los nervios agudizarse. Lara no ha parado de hacerme preguntas e impacientarse por saber la verdad.
Le he contado a medias sobre lo del accidente del celular con las fotos en Instagram y ella, después de regañarme y decirme como mil veces “Te lo dije”, sugiere que en definitiva compre uno nuevo.
Le he dicho que lo de Camilo se lo contaré en mi apartamento donde nadie nos escuche porque es más complicado de lo que piensa. Sin embargo, lo que realmente no sabe es que la mantendré retenida hasta que asimile todo y no salga corriendo.
Para eso he pensado en encerrarla en mi closet y si para la noche no está tranquila me tocará matarla, envolver su cuerpo en bolsas de basura y lanzarla a algún pantano en la madrugada cuando nadie me vea. Es lo que he aprendido en los programas de asesinatos y la solución más tranquila que encuentro.
El recepcionista abre la puerta para las dos y al entrar me cruzo con mi vecina del 503 que al verme se persigna y lanza una mirada acusadora. No sé si estoy delirando, pero su acción me da a entender que he hecho algo malo, muy malo. ¿Por mis gritos de ayer se habrá enterado de lo de poop?
—¿Cómo está, señorita Margot? —ignoro su mirada juzgadora y saludo como de costumbre.
—Hay que considerar la clase de inquilinos que dejan vivir aquí. Es indignante lo que uno puede llegar a escuchar a través de las paredes —habla hacia el recepcionista y me ignora. Cosa que me extraña porque normalmente corresponde a mi saludo.
Lara tampoco comprende que está pasando y me hace señas para que le explique. Me encojo de hombros y entramos al ascensor.
—¿Qué le pasa a la vieja loca hoy? —pregunta y miro alrededor las caras de los demás inquilinos en la caja de metal.
OK. Aquí es donde digo que, no es que esté paranoica, pero creo que realmente está pasando algo.
La señora del piso de abajo, que está a mi lado, se rueda y no lo hace para darme espacio dentro del ascensor, su gesto de apartar a la niña que lleva delante de ella y taparle los oídos, me indican que no es normal. Tampoco la expresión de Antonio, mi vecino más cercano, que me mira de forma sugerente y se muerde el labio.
Dejo de ver las expresiones de los demás; sin embargo, puedo intuir la extraña tensión que se forma cuando las puertas se han cerrado. Lara también se da cuenta de lo que sucede a mi alrededor.
Llegamos a mi piso. El pasillo se encuentra solo y en completo silencio, eso calma un poco mis nervios y el pensamiento de que algo estuvo pasando en mi apartamento. Giro la llave en la cerradura para entrar, pero antes de poder lograrlo la puerta se abre sola.
—Que bueno que llegaste, Ross—. Camilo está en ropa interior y se ve preocupado. Me lleva de la mano hasta la sala y el panorama que veo es aterrador. Incluso peor de lo que imaginé.
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El Amor Es Una Mierda [ONC2024]
Humor° Misión: volver al cojín de emoji de caquita a su estado original. Obstáculo: No sé cómo diablos hacerlo. °