Ocho

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Sostenía un ramo de rosas rojas enorme entre mis manos e intentaba abrir la puerta con algo de dificultad.

Esther iba a matarme.

No había vuelto en toda la noche gracias a Tiana.

Esther —cante su nombre en cuanto entre.

Hola —susurro sin despegar la mirada de la pantalla —La próxima vez, avísame —me miro por unos segundos y volvió a bajar su mirada hacia la pantalla.

Lo siento —Me acerque a ella con el ramo entre mis manos y me agache para poder quedar a su altura, pero lo único que obtuve a cambio fue una mueca de disgusto.

Esther ; [j.b]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora