"Jure que tu le garderas"

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Gackt se quedó petrificado

El ambiente se volvió tenso por lo dicho, los sollozos de Mana alteraba la mente del otro "Se supone que era un secreto entre yo y Klaha..." lágrimas salían de sus ojos ¿Estaba llorando?, No recordaba la última vez que lo hizo. El rubio se apoyó en la pared más cercana que tenía, se hizo bolita, ocultando su rostro en sus rodillas abrazandolas.

-Mana, Mana porfavor- El azabache nisiquiera sabía exactamente lo que pedía, pero quería que el rubio se tranquilizase, fue a donde estaba el doncel se arrodilló para abrazarlo- Ya paso, no te atrapes más, deja salir lo que tenga que salir..- Decía con dulzura.

Apoyo la cabeza de Mana en su pecho. Reaccionaba como un niño pequeño, uno muy lastimado por cierto. Poco le importaba si terminaba su camisa manchada de maquillaje, con tal de que su doncel se calme.

Su respiración se fue tranquilizando, el azabache sintió los delgados brazos del doncel lo abrazaban mientras se calmaba -No se lo que hiciste... pero me alegra que lo hayas hecho- Logró escuchar el más alto.

Gackt se sentó bien en el suelo para estar más cómodo y apoyarse en la pared con Mana aún en brazos, lo coloco bien para qur no le resulte incomodo.

La respiracion del dolcel se iba calmando, apoyó su cabeza en el pecho del azabache, oliendo ese aroma que a pesar de que lo niege le gustaba.

—Prometeme que no diras nada de esto.. Por favor— Dijo el rubio entre sollozos

— Lo prometo.

— ¡Tetsu!— Llamo el de pelos rojizos

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— ¡Tetsu!— Llamo el de pelos rojizos

—¿Közi A donde tan apurado?

— Tengo que llevar unos encargos al puerto de la capital hacia el oeste. — Se le escuchaba agitado por estar llevando de un lado a otro cajas y bolsas

—¿Porque no me dijiste? Deja te ayudo, no vas a poder solo.

—¡Gracias pero ya estoy terminando!

El pelianaranjado suspiro por lo que escucho, a Közi nunca le gusto pedir ayuda o por respeto o por pena. Gaz estaba afuera esperando a que terminara de traer los encargos para marchar al puerto del lado oeste.

Közi bajo los escalones de la entrada del castillo para marchar junto al de pelos alocados, una vez ahí bajo las cajas para que los marineros las colocaran en pils y guardar en la parte de atras del barco.

Entre todo el agetreo el pelirojo chocó con alguien que estaba llegando del oeste.

—¡Mil disculpas señor!— se disculpo rapudamente, se fijo bien en la persona notando su gran altura (pero sin llegar tanto a la altura de Gakuto) con cabello negro ondulado y unas gafas naranjas.

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