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𝑳𝑨 𝑪𝑰𝑼𝑫𝑨𝑫 𝑺𝑬 𝑬𝑿𝑻𝑬𝑵𝑫𝑰𝑨 ante ella, sus calles empedradas y sus edificios altos parecían abrazarla con una mezcla de familiaridad y anonimato. La joven, con su mochila cargada de libros y la mirada fija en el suelo, avanzaba con paso decidido. El cielo amenazaba lluvia, y las primeras gotas comenzaron a caer, como lágrimas tímidas de un dios olvidado.
𝑭ue entonces cuando lo vio. Un hombre, parado en una esquina, con la espalda encorvada y la mirada perdida en el horizonte. Su rostro estaba marcado por el tiempo y la vida, arrugas profundas surcaban su piel curtida. Sostenía un cigarrillo entre los dedos, y el humo se elevaba en espirales grises hacia el cielo plomizo.
𝑳a joven no pudo evitar mirarlo. Sus ojos se encontraron por un instante, y en ese breve lapso, algo pasó. Fue como si el mundo se detuviera, como si el ruido de la ciudad se desvaneciera y solo quedaran ellos dos, conectados por un hilo invisible. ¿Quién era él? ¿Qué historia llevaba consigo?
𝑬l estruendo del trueno rompió el hechizo. La joven apartó la mirada, sintiendo el corazón latir con fuerza. Siguió su camino, pero algo en ella había cambiado. El dinero la tenía atrapada, las deudas de la universidad pesaban sobre sus hombros, pero en ese momento, todo eso pareció menos importante.
𝑬l destino, caprichoso como siempre, la llevó hasta un muro con un cartel desgastado. "Se busca trabajo para: Portero", rezaba la inscripción. La curiosidad la impulsó a acercarse. ¿Portero? ¿En qué consistiría ese trabajo?
𝑳a respuesta estaba allí, escrita en letras negras sobre fondo blanco. "Departamento de Detección de Doppelgängers". La joven frunció el ceño. ¿Doppelgängers? ¿Esos seres que imitaban a los humanos? Había oído rumores sobre su existencia, pero nunca pensó que se cruzaría con ellos.
𝑳a paga era suficiente para cubrir sus estudios, y la idea de enfrentarse a esos duplicados siniestros la intrigaba. Sin experiencia, sin saber qué esperar, marcó el número del cartel en su teléfono y se fue corriendo hacia su departamento. La lluvia arreciaba, pero ella no quería mojarse. Había tomado una decisión, y el destino, una vez más, la había guiado hacia un camino inesperado.
𝑴ientras las gotas de lluvia golpeaban su rostro, pensó en el hombre desgastado que había visto en la esquina. ¿Sería él un doppelgänger? ¿O simplemente un alma perdida en la ciudad? Le parecio alguien intrigante.
