Se había quitado la camisa a pesar del intenso frío y es que el esfuerzo físico que estaba realizando al cortar leña era suficiente para tener su cuerpo caliente. Jarlath lanzaba los hachazos con más fuerza de la debida y es que no se trataba nada más de querer cortar el grueso tronco del árbol caído, sino que significaba rabia contenida. Ira. Por haber perdido lo que más quería. Los leños se desprendían fácilmente, de la misma manera que sus recuerdos más dolorosos llegaban a su mente para atormentarlo una vez más, cuando de pronto, oyó un fuerte ruido.
Jarlath se quedó quieto y se quitó sus gafas protectoras, colocándolas sobre su cabeza. Observó hacia todos lados, después, echó un vistazo a su rifle que estaba cerca. Se preguntó si acaso podía ser un oso. Era una posibilidad y en ese caso estaría listo. No tendría miedo, pues ese sentimiento ya se había arrancado de su alma. ¿Por qué otro motivo podría sentirlo, si ya había perdido todo en la vida? Estaba seguro de que no había nada más en el mundo que turbara su corazón herido. No había nada. Se colocó otra vez las gafas y siguió cortando la leña.
Ella dio un lento parpadeo, después fijó su mirada brillante y húmeda en ese torso desnudo. Era más de lo que podía soportar. Ese hombre terrenal de ojos azules, era justo lo que necesitaba. Era un manjar...porque representaba lo prohibido y por esa razón se estaba convirtiendo en lo que más deseaba en ese momento. La mujer de apariencia humana y de estatura media, lo contemplaba embelesada sin moverse ni un poco. Su esbelto cuerpo emblanquecido, estaba completamente mojado y de los dedos de sus manos, destilaba constantemente diminutas gotas de agua. Luza, hada del mundo bajo las olas, entrecerró los ojos, sintiendo unas ansias irresistibles por ser dueña de ese hombre...para siempre.
Observó encantada ese perfil. Si, él era muy apuesto, con esos labios que se entreabrían para exhalar mientras cortaba los maderos, unos labios que quería atraparlos en un beso apasionado y eterno. Sería tan fácil hechizarlo, pensaba ella. Sólo necesitaba que él viera su cuerpo desnudo y que sus miradas se encontraran, entonces ese terrenal caería a sus pies sin remedio.
Pero en eso, un susurro casi imperceptible la hizo volverse súbitamente.
—¿Qué haces aquí, Luza?
Luza fulminó con la mirada a la pequeña mujercita que revoloteaba sobre su hombro y con una velocidad inaudita la atrapó con su mano.
—¿Tú qué haces aquí y cómo sabes mi nombre? —Luza preguntó, rechinando los dientes y apretó fuertemente el cuerpecito del hada.
—Yo...yo te seguí... ¡Abriste el portal! ¡No lo puedo creer! ¿Sabes lo que significa?
Luza enarcó ambas cejas, pensando que no sabía de lo que hablaba esa tonta hada. Aunque si recordaba bien, una luz brillante la había guiado hasta ahí, y había pensado que se trataba de alguna linterna que estaba usando el terrenal.
—¡Bah! No me importa. —contestó Luza, con una mirada de enojo.
Pero Edrev seguía muy sorprendida, pues según los rumores, cuando el portal se abría, significaba que el mundo bajo las olas y el terrenal se fusionaban durante el periodo de tiempo en que permanecía de esa manera. Siendo así, seres fantásticos y terrenales podían toparse en cualquier momento, dentro del espacio que comprendía el espeso bosque.
Edrev pensaba que más que el dolor que sentía por estar atrapada en la mano resbaladiza de esa hada mayor, estaba muy asombrada. Al seguir a Luza cuando se internaba en el bosque, sus ojos se abrieron como platos al darse cuenta que el famoso portal brillante se dibujaba perfectamente entre el nacimiento de tres sauces. Edrev lo cruzó sin pensarlo mucho, después que Luza lo había hecho.
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El Portal de Diamantes
FantasyJarlath Gallagher, arquitecto irlandés, sufre la pérdida de su esposa e hijo en el día del alumbramiento. Para superar su dolor, decide realizar el sueño de Bianca, el cual es tener una cabaña en el bosque. Jarlath la construye y decide vivir en ell...