No fue un sábado más.No fue un finde semana, al que nos tiene acostumbrados la monotonía de estos días. Casi todos grises. Por la violencia constante, por la lucha, por el trabajo, el esfuerzo y por una enfermedad que nos quiere destruir de a poco. La compañía, la salud, la libertad. Fue de esos sábados, que nunca se olvidan.
En donde refugiarnos juntos, fue la clave.
De esos días únicos donde solemos ir, cuando los sueños afloran. Cuando pensamos que al menos por dos horas, podemos olvidarnos del mundo y estar unidos en una casa, en un bar, o en donde sea.
Y así fue este sábado. De mesas con banderas, niños pintados, asados arrebatados, vasos rotos, mucho murmullo, miedo, risas, esperanza y más allá...
Estaba nuestra selección, en una nueva encrucijada. Ante la prueba quizás, más difícil. Pero con más ganas que nunca de hacer historia. En frente, los de amarillo, los de casi siempre. Seguros con el pecho inflado, con su fortaleza, con sus millones de brasileros esperando fajarnos de nuevo en otra final, con sus estrellas, su "Jogo bonito". Y aquí nosotros, casi sin uñas, rodeados de humo de cigarro, con el pie haciendo de resorte para calmar los nervios. Pero llegó el momento, suena el himno y nos abrazamos a la distancia para hacer llegar ese aliento y la contención a esa scaloneta resistida por los incrédulos.
Comienza el partido con una guerra de trincheras, donde los que avanzan, reciben el castigo del adversario y esperan el momento justo para atacar donde más duele. Pero de nuestro lado, aparece la picardía, el talento de quienes se iluminan. Así está De Paul, que ve pasar a un angelito flaco y desgarbado volando por la derecha y metiéndose detrás de una camiseta amarilla que apenas logra ver el número, lanza una pelota desde 60 metros para encontrarlo. La caprichosa esquiva un botín, en un intento de arrebato.
Y ese hombre, sea Grande... Di María...
Que alguna vez fue un pibe canalla despatarrado, que tuvo potrero. Se burla como en el barrio con una definición fantástica. Picándole la pelota al arquero que atina a levantar la cabeza mientras la mira cruzando el cielo flotando como una burbuja, le pasa por sus ojos para explotar de golpe y descansar en la red.
Las sillas vuelan, los perros ladran y las botellas se caen. Los gritos rebotan en las paredes de los edificios. Ahora sí, empieza el sufrimiento. El Maracaná, hace silencio. Y aunque no se quedan de brazos cruzados, el patovica de Otamendi a cara de perro no deja pasear a Neymar. Montiel, sí él, el de las medias blancas, celestes y rojas, se desangra en cada barrida. El atrevido del Dibu, manda todas al córner. Mascherano se reencarna en Pezzella. Messi se erra el segundo, servido en bandeja. No importa genio, tropezón no es caída.
Pero ya casi nada importa, porque nadie le robará esta vez la ilusión.
Minuto 95, el árbitro dice basta. Y en ese preciso instante, se terminan los 28 años de sufrimientos y mufa, que se hacen añicos en las rodillas de Leo. Que cae abatido en el pasto, pensando ¿que estará soñando? Mira a sus compañeros con las cejas torcidas del llanto, dejando caer la pesada mochila que jamás, debió llevar el mejor del mundo. Todos se acercan para abrazarlo, mimarlo y protegerlo para siempre. Faltan los mártires de las generaciones pasadas, que no pueden unirse a la fiesta. Pero ellos también deberían ser campeones, todos subidos a la misma scaloneta. Se rompe el maleficio ante la adversidad.
Y el más grande los aplaude desde el cielo, porque sabe mejor que nadie que hoy, es "10 de julio". Y los numeritos siempre hacen lo suyo en los escépticos. Leo levanta la copa, como un padre a su primer hijo.
Somos campeones de América... aquí, la felicidad es eterna. Y los hinchas cantan, y los novios salen a correr a las plazas, mientras las bocinas aturden y los amigos brindan, revoleando las camisetas al coro de...
"BRASIL... DECIME QUE SE SIENTE".
Y en casa, un hijo mira la silla vacía... que dejó su viejo que no aguantó la terapia. O el mate de la vieja frío, al igual que el vinito con soda de los abuelos, que se consumió durante la pandemia. Y entre lágrimas y fútbol... nos acordamos de la vida, de los momentos, de este Maracanazo...
De este sábado inolvidable.
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Estrellas en la oscuridad☆~
PoetryEn tiempos oscuros, son pocas las cosas que pueden iluminarte. Y eres tú quien decides si se mantiene ciego o deja recibir la luz.