I don't know how to say this...

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—Todoroki-san

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—Todoroki-san... Esta es la décima vez que lo intentamos.

—Lo sé. No me presiones.

La voz de ambos suena agotada, como si llevaran horas corriendo y no estuviesen sentados en una de las mesas en las profundidades de la biblioteca.

El chico deja caer su cabeza sobre la superficie, su cabello bicolor cubriendo su frustración.

Momo suelta una risita divertida antes de hablar. —Sé que soy muy buena en esto, pero es solo Izu-chan, él no podría rechazarte, aunque lo quisiera.

El pequeño muñequito afelpado en las manos de la chica parece observarlo fijamente, con su rostro redondo y ojos verdes que imitan de una forma demasiado acertada los del verdadero Izuku.

Momo no tenía porque ir tan lejos y hacerlo tan lindo.

'Es solo un muñeco de práctica' dijo.

'Te ayudará a enfrentar a Midoriya-san' aseguró.

Tal vez es solo que Shoto es un perdedor porque parecía perder toda capacidad de habla elocuente cada vez que debía ser sincero con lo que sentía... ante un muñequito afelpado de quince centímetros.

Quizá lo que más le molesta es que Yaoyorozu no le ha dejado conservarlo hasta que sea capaz de confesarle sus sentimientos.

Tomo aire nuevamente, listo para el último round.

—Midoriya— Inició con decisión, viendo directamente a los ojos bordados con hilos verdes. —Midoriya... yo- yo solo— tan verdes, exactamente del mismo tono de verde de los ojos del Midoriya real, esos que brillaban tan encantadoramente bajo la luz del sol y reflejaban una gama interminable de emociones y-  —No puedo hacerlo Yaoyorozu, no si me mira así.

Sin ninguna maldad, Momo intenta en vano ocultar una carcajada que logra que la bibliotecaria les lance una mirada de advertencia desde su escritorio. Debía admitirlo, está maravillada ante la faceta vergonzosa y cursi que Shoto tiene ante Midoriya. Es divertido verlo perder el control y notar como su rostro generalmente serio muta a uno muy suave y gentil, a veces bochornoso.

—Debimos seguir con el primer plan, era mucho más fácil escribir lo que pienso.

Momo aclaró su garganta, ajustando sus gafas de lectura sobre el puente de su nariz, una manía que con el tiempo terminó tomando de Iida.

—Todoroki-san ¿Recuerdas que descartamos esa idea después de que escribieras 30 páginas acerca de lo increíble y amable que es Midoriya-san, y lo mucho que lo admiras y le agradeces por ser tu amigo, pero ninguna sola mención al tema importante?

Shoto la miró seriamente. —Solo dejame morir ¿si?— y volvió a estrellar su cabeza en la mesa.

Esta ha sido su rutina las últimas semanas durante los almuerzos y después de clases; ocultándose en la biblioteca, con un Todoroki avergonzándose así mismo ante un muñeco de felpa y Yaoyorozu siendo resiliente y comprensiva, derramando cada gota de su infinita paciencia sobre él.

Una vez en PrimaveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora