Capítulo VII

52 7 7
                                    

—¿Vienes a intentar asesinarme? ¿Aquí, en mi propia casa? —inquirió él. No asustado ni sorprendido. De hecho, el tono de su voz fue casi un suave susurro.

—No me sorprende que te lo esperaras. ¡Eres un puto enfermo de mierda al que le encanta jugar!

—¿Tanto daño te hice?

—¿Tienes el descaro de preguntarlo? ¡Asesinaste a mi amiga! —chillé furiosa y acto seguido tendí el filo del utensilio—. ¡La mataste! No te conformaste con robar la vida de todas esas personas, también fuiste por Mina. Y lo peor de todo, es que lo de ella fue por mera venganza. Desgraciado, ¡¿por qué no me tomaste a mí?! ¿Por qué no fuiste y me amenazaste de frente como un verdadero hombre y no un...

—Lo sé. Supe lo de Mina hace unos días. Pero yo no lo hice. Serena, yo no...

Rompiendo su estoica postura dio un paso al frente. Yo en cambio, estiré aún más el brazo con el cuchillo.

—¡No te muevas! ¡No des un paso más y deja ya de negarlo todo, que no podrás convencerme! ¡Ya no!

—¡Es que no soy lo que crees! Yo no soy el asesino, tienes que confiar en mí, Serena.

—¿Por qué debería? Desde que te conocí, no has hecho otra cosa que decir mentiras y actuar como un maldito criminal.

Dejé de cuidar sus manos para enfocar de nuevo su rostro. Increíble, el muy infeliz estaba resultando un gran actor. Su piel se había vuelto pálida como el papel, y sus ojos... Sus ojos realmente mostraban angustia y desasosiego. ¿En qué momento quedó atrás la envidiable tranquilidad que lo caracterizó?

—No compartir ciertos aspectos de mi vida no debería convertirme en un criminal. Mucho menos en un asesino.

—Te mostré las pruebas.

—Serena, esas dichosas "pruebas" no eran más que suposiciones y coincidencias al azar... ¿Te digo algo? La policía me hizo una visita el otro día en mi oficina para que les contestara algunas preguntas pues, supuestamente, una denunciante anónima me acusó de haber sido la última persona que vio con vida a aquella mujer que también estuvo en la fiesta de la editorial.

—La denunciante fui yo —confesé sin remordimiento. Si no creían en mi palabra y lo que les había mostrado, tal vez actuar con misterio los haría dudar como mínimo.

—Lo sé —asintió solemne—. Nadie más que tú pudo haber sido. ¿Pero sabes qué fue lo que conseguiste con eso? Que me descartaran. Entregué voluntariamente la camisa manchada con vino, nunca la lavé porque sabía que ya no tenía remedio. Y efectivamente, comprobaron que no era más que vino tinto. También revisaron las grabaciones de las cámaras de seguridad en diferentes puntos, y en ninguna de ellas me vieron con nadie que no fueras tú.

¿Qué? No. ¡Es mentira!

—¡Mientes! Lo estás inventando todo o alguien está ayudándote a cubrir tus huellas. ¡¿Quién es? ¿Tu abogado?! ¿Él ha estado apoyándote, por eso te prestó su dirección? Dímelo de una vez, que sólo uno de los dos saldrá vivo de esta habitación, y ese no serás tú —declaré tajante y luego sonreí con amargura. Poco me importaba ponerlo de mal humor.

—Serena, eso tiene una expli...

—¡Te dije que no te movieras!

—Ok. Ok, mira, todo esto es porque no quise decirte adónde iba, ¿no es así? Pues bien, ahora lo sabrás. Pero tendrás que seguirme. De otra forma...

—¿Me crees tan estúpida como para hacer tal cosa? Ja. Creo que el único idiota aquí eres tú al subestimarme. Ya te he dicho que sólo uno de nosotros saldrá con vida de aquí, así que deja de dar rodeos inútiles y confieza tu crimen. Me debes eso como mínimo. ¿Por qué? ¿Por qué matar a toda esa gente y a mi amiga en venganza en lugar de a mí? ¿Por qué encima dejarme su corazón con la nota de advertencia? ¿No creíste que ya estaba sufriendo suficiente?

El Asesino Enmascarado 🎭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora