Capítulo III

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Los días se vuelven semanas, y mientras yo experimento el inicio de un tórdido romance con mi jefe—síp, he dicho romance—allá fuera con más frecuencia las vidas de jóvenes inocentes son arrebatadas sin piedad por el asesino enmascarado, cuya identidad, aún no logra ser descubierta pero vaya que ha dejado fijo el patrón que suele seguir. Llevarse los órganos vitales ya no es solamente su fijación, sino que además, está comprobado que ninguna de sus víctimas superan los treinta o son menores de veinte; no padecían de ninguna enfermedad y su estatus social estaba por ascender. Algo en esas pobres almas resulta tentador para aquel psicótico criminal.

Las calles ya no son seguras a ninguna hora, ni siquiera para los hombres, así que cuando Yaten no puede darnos un aventón a Mina y a mí, lo hace Darien. Síp, como lo escuchan. Ahora mi jefe y Mina son los mejores camaradas. O bueno, así lo hace parecer mi amiga, pues cada que nos reunimos no paran de bromear y eso no es usual en ella. Esta situación me ha orillado a ser más puntual a donde sea que vaya, pero en especial, a hacerme levantar más temprano, ya que ahora es a mi amiga a quien hay que dejar primero en su trabajo. Sí, de locos.

Aunque no más loco que el que yo esté saliendo con el jefazo. Al principio lo único que pretendía era una estrecha amistad con Darien, quedar de vez en cuando para un trago, y tal vez hasta invitarlo a comer la ensalada de macarrones de Mina Aino. Ah, pero no conté con que para él no sería suficiente y que, tras aquél beso inesperado que me dio saliendo del cine, ¡me encandilaría como una boba chiquilla de dieciséis años! ¡Me fascinó! Y no porque llevara años sin besar a alguien con barba, sino porque me di cuenta de que no le resultó indiferente a mi Serena interior, la ansiosa por amar y ser amada. Tras el beso, y el descubrimiento de ambos, ya no podíamos hacer retroceder el tiempo. Qué más daba lo que estuviera en juego, ambos podríamos arrepentirnos por dejar tirado algo que, hasta ahora, estaba resultando extremadamente maravilloso.

—Serena, el alto mando necesita verte en la oficina del señor Chiba.

—¿El alto mando? ¿Pero qué hace aquí? —pregunto a Molly con evidente sorpresa en la cara. No es usual que aparezcan sin haber anticipado su visita a todo el personal.

Ella sencillamente se alza de hombros.

—Estoy tan sorprendida como tú. Pero anda y ve a averiguar qué pasa, que por el ceño fruncido del jefe Chiba, me huele a que es serio.

—Claro.

Apresurada voy a dejar mi bolso antes que nada, pues apenas acababa de llegar y resulta esto. La primera pista que poseía no podía ser más obvia. Si el alto mando se hallaba presente y Darien lucía mosqueado, era porque seguro la noticia sobre que estábamos saliendo había llegado a sus oídos. Así que me preparé. En los pocos segundos que me tomó llegar y entrar a la oficina del editor a cargo mentalicé lo que les soltaría, solo en caso de que comenzaran con su discurso sobre lo mal que lucen las relaciones extralaborales. Juro que pude verme en más de cinco escenarios distintos, pero ninguno de ellos estaba cerca de la realidad.

—¿Han dicho que yo misma debo investigar la identidad del asesino enmascarado para el titular de nuestro próximo aniversario? —anonadada repetí. No daba crédito a la disparatada misión que los jefes me estaban encomendando.

O sea, ¡es que el sólo considerarlo resultaba ridículo! ¿Cómo podían concebir la idea de que yo, una mujer común y corriente que mide apenas 1.50 pudiera ir y seguir a un psicópata serial que, hasta la cuenta, más de veinte vidas inocentes había arrebatado? ¡Y para qué! ¿Solo para catalogarse como los primeros en conseguir un estúpido reportaje lleno de morbosidad sangrienta? Es comprensible que la editorial aún pendiera de un hilo y necesitara de un jugoso titular para salvarse, pero a mi parecer este no era el modo.

El Asesino Enmascarado 🎭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora